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Carmelo Jordá

Editoriales y libreros, engullidos por la selva

Si hay un clásico en el comportamiento económico de individuos y empresas es permanecer estáticos ante los cambios en su mercado para después criticar ferozmente a aquel que se aprovecha de estos cambios y los impulsa.

Si hay un clásico en el comportamiento económico de individuos y empresas es permanecer estáticos ante los cambios en su mercado para después criticar ferozmente a aquel que se aprovecha de estos cambios y los impulsa, ofrece un servicio que gusta al público y, finalmente, gana dinero con ello.

La secuencia suele terminar con la práctica totalidad del sector pidiendo restricciones legislativas y, cómo no, subvenciones públicas, al grito de "hay que salvar" esto, lo otro, o los puestos de trabajo de más allá.

Al parecer tal es el cuadro costumbrista que se puede encontrar en la Feria del Libro que se está celebrando estos días en Madrid. El entrañable encuentro es uno de los momentos del año tanto para profesionales del sector como para los lectores, que pueden comprar algo más barato y, sobre todo, encontrarse con una gigantesca oferta y con sus autores preferidos.

Pero este año, a tenor de algunos artículos publicados, el ambiente es más bien de funeral y, si bien todavía no hay muerto, ya se ha encontrado al asesino: Amazon, quién si no.

Y es que, tal y como dice Marta Querol (una autora que está aprovechando muy bien las posibilidades de Amazon para comercializar sus obras) en un interesante artículo en su blog, "la llegada de Amazon (...) ha provocado una revolución en el sector editorial que los tiene muy nerviosos".

Las críticas son muy agrias, pero yo creo que todas coinciden en dos aspectos: criticar la agresiva política de precios y, sobre todo, olvidarse del consumidor. Porque si Amazon tiene éxito no es por una conjura satánica a través de la cual Jeff Bezos nos obligue a comprar en su tienda con ancestrales y al mismo tiempo sofisticadas técnicas de vudú, sino por la calidad de su servicio.

Del mismo modo, cabe recordar que Amazon no ha caído del cielo como un cometa inesperado: es una empresa que ya tiene 18 años, que desde muy pronto se hizo bien conocida y que, por lo que a los libros electrónicos respecta, lleva casi un lustro obteniendo un impresionante éxito.

Un éxito que todos podíamos seguir y entender. No había que ser un genio del marketing o un gurú de la red para comprender lo que hacía de esa compañía un caso de éxito: un excepcional servicio a sus clientes.

Dicho de otra forma y con toda la claridad de la que soy capaz: ha habido tiempo de sobra para imitar a Amazon y para que, cuando la compañía se decidió a establecerse en nuestro país el año pasado, hubiese tenido ya a un competidor establecido esperándole.

De acuerdo, admito que es mucho más fácil decir esto que hacerlo. Ahora bien, hay una cosa todavía más fácil: quejarse y no hacer nada.

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