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Carmelo Jordá

El Papaflauta

Viniendo de cura rojo, el Santo Padre ha derivado en Papaflauta. Es un camino que podía resultar previsible pero que no deja de parecerme bastante lamentable.

Viniendo de cura rojo, el Santo Padre ha derivado en Papaflauta. Es un camino que podía resultar previsible pero que no deja de parecerme bastante lamentable.
Francisco | EFE

Jorge Bergoglio recibía este jueves en el Vaticano a un grupo de empresarios católicos, y no se le ha ocurrido nada mejor que decirles que su mera existencia es algo así como un pecado. "Las empresas no deben existir para ganar dinero", ha dicho el Sumo Pontífice, sino "para servir".

A ustedes les puede sorprender la frase, pero se la explicarán mejor si tienen en cuenta otra afirmación que el Papa ha hecho en la misma audiencia, y que ya había pronunciado anteriormente: "El dinero es el estiércol del diablo". Ahí es nada.

En un principio uno escuchaba los desbarres de Bergoglio en el terreno económico y tendía a achacarlos a la falta de información –y de formación– en un campo en el que lo cierto es que la mayoría de la gente está lejos de tener unos conocimientos mínimos del funcionamiento real de las cosas. Después, y ante la insistencia y otros detalles, tendimos a pensar que era una cuestión de intoxicación ideológica absoluta: eso tan común de forzar a la realidad para que encaje en un marco preconcebido de ideas.

Pero ahora ya tiene uno que pensar que, tal y como apuntaba Federico Jiménez Losantos este domingo, estamos, simplemente, ante alguien que no es capaz de pensar con claridad, por decirlo de una forma suave. Ante una persona que no sólo tiene una empanada teológica –e ideológica– de primera, sino que, directamente, necesita ayuda profesional. Mira, para algo le puede venir bien ser argentino, país con una tradición de reputados psicólogos.

Me dirán que yo, que ni siquiera soy creyente, no soy la persona más adecuada para decirle al Papa o a los católicos lo que deben pensar y decir, algo que por supuesto no pretendo. Pero eso es una cosa y otra muy distinta sería no denunciar las groseras mentiras del Bergoglio, que no sólo son antieconómicas y hablan de una realidad histórica que nunca existió más allá de los peores delirios de los peores revolucionarios, sino que reflejan aspectos básicos de una ideología que no ha traído a este mundo otra cosa que dolor, muerte, miseria y, eso sí, muchos mártires.

Viniendo de cura rojo, el Santo Padre ha derivado en Papaflauta. Es un camino que podía resultar previsible pero que no deja de parecernos bastante lamentable a aquellos que, desde fuera del seno de la Santa Madre Iglesia, en los últimos años habíamos encontrado en ella una institución que, con sus más y sus menos, defendía grandes valores que muchos podíamos compartir: la libertad y el ser humano.

Algo que es evidente que Bergoglio ha decidido no hacer.

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