Menú
Carmelo Jordá

El Rey y la "alta política"

Un año más, el Rey renuncia a ejercer el papel que sí representó hace décadas y que daría sentido a la institución que representa.

Lo que más me ha gustado del mensaje del Rey han sido esos cambios de cámara en los que casi se oía chirriar el mecanismo metálico, ¡qué natural y espontáneo quedaba todo!

Y es que la atrevida nueva pose de S. M. al final transmitía, como por otra parte era previsible, una imagen tan anquilosada como con el anterior formato, además de que uno no dejaba de pensar en que la idea era demostrar que el monarca puede mantenerse en pie, bien que sea por un ratito. Vamos, que la cadera era el mensaje.

Pero lo peor es que el contenido del breve discurso reflejaba el mismo anquilosamiento y, sobre todo, una lejanía para con la realidad que es la peor tarjeta de presentación que puede lucir este tipo de intervenciones.

Porque, más allá de cumplir con una tradición y de dar portadas a las ediciones electrónicas de los periódicos el día de Navidad, si el mensaje del Rey tiene algún sentido es, precisamente, transmitir al pueblo una imagen de cercanía de un monarca que conoce los problemas que preocupan a sus ciudadanos y, en la medida de sus posibilidades, trata de influir en que se les encuentren soluciones.

Y es que a esos españolitos que lo pasan mal, que les hablen de la "alta política" les va a sonar a chiste, cuando no a cachondeo; que se pase de puntillas sobre el reto separatista catalán, sin tan siquiera citarlo, les parecerá escapismo, cuando no pasteleo; que el suegro de Urdangarín, en suma, les hable de la "confianza" como factor de impulso puede llevarles de la irritación a la carcajada, en viaje de ida y vuelta, eso sí.

Capítulo aparte merecen, por cierto, las recetas económicas de Su Majestad, eso de "generar estímulos para la creación de riqueza" suena de lo más divertido, como si la propia riqueza no fuese el mejor estímulo para la creatividad y la productividad... cuando no te la expropian a golpe de IRPF, IVA y 30.000 impuestos más, claro está.

El caso es que, aunque a todos nos empieza a resultar un trámite cansino y sin demasiado sentido, el mensaje de Navidad es la mejor ocasión que tiene Juan Carlos I para ejercer esa influencia benéfica que se le supone, ese papel simbólico pero importante de liderazgo que, seamos o no partidarios de la monarquía y de su propia figura, lo cierto es que ahora le haría mucho bien a España.

Pero, un año más, el Rey ha dejado pasar la oportunidad; un año más, renuncia a ejercer el papel que sí representó hace décadas y que daría sentido a la institución que representa; un año más, don Juan Carlos habla de la "alta política", pero él mismo es incapaz de hacerla.

En España

    0
    comentarios