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Carmelo Jordá

El Zendal, los saboteadores y los defensores de "lo público"

Sí, han leído bien: empleados de un centro hospitalario que se dedican a sabotearlo.

Sí, han leído bien: empleados de un centro hospitalario que se dedican a sabotearlo.
Sus altos techos y la estructura diáfana permiten apreciar el enorme tamaño de cada uno de los pabellones de hospitalización. | C.Jordá

Resulta que buena parte de los gravísimos problemas –nótese la ironía– del Isabel Zendal, esos que tan vigorosamente viene denunciando la izquierda mediática, estaban provocados por una serie de sabotajes que, es tremendo decirlo, ha estado haciendo alguno de los empleados del propio hospital.

Sí, han leído bien: empleados de un centro hospitalario que se dedican a sabotearlo: si el pobre Hipócrates levantase la cabeza, le daba un patatús que se hacía veterinario. 

Por supuesto, una persona relacionada con el sistema sanitario capaz de robar piezas para estropear los ventiladores que están usando enfermos de covid y que son una parte esencial del tratamiento, además de ser auténtica escoria moral, está como una regadera. Pero yo creo que ni siquiera cumpliendo esos dos requisitos cabe esperar que alguien se arriesgue a un despido casi seguro, un más que probable lío legal de envergadura e incluso la posibilidad no desdeñable de que le pillen con las manos en la masa y le den un buen repaso. No, hace falta algo más

Y ese algo más es la cobertura que la izquierda política y, sobre todo, mediática ha dado a todo aquel que tenga la más mínima tontería que decir sobre el Isabel Zendal: han tratado como héroes a enfermeras y enfermeros que se negaban a ir allí porque les pillaba a trasmano, escuchado a celadores cómo se tiene que organizar un hospital de pandemias y elevado a rango de noticia el tamaño de las papeleras.

Con la irresponsabilidad habitual en la que se mueve ese medio, en el que se hace el peor periodismo de España sin duda alguna, se ha dado cancha televisiva a todo aquel que pudiese desprestigiar de la forma que fuese al Isabel Zendal. No hacía falta tener ninguna credibilidad, algo que respaldase las acusaciones ni la mínima capacitación profesional o intelectual para hablar. Lo único que se necesitaba era decir lo que tocaba y tener ganas de salir en la tele. Y, por desgracia, en esta bendita España muchísima gente tiene muchísimas ganas de salir en la tele.

Cuidado, no estoy diciendo que esos presentadores que han hablado del Zendal poco menos que como si fuese la enfermería de Mengele sean los responsables de lo ocurrido. Los responsables y culpables son los propios saboteadores, y espero que sobre ellos caiga el peso de la ley. Sin embargo, sí que es cierto que todos esos figurones que tanto se preocupan por "el discurso del odio" han practicado contra este hospital, sus promotores y profesionales, un discurso del odio de manual, sin el que yo creo que habría sido imposible que pasase algo así.

Lo más grotesco es que los que han llevado a cabo esa auténtica cacería inquisitorial contra un hospital público se presentan como grandes defensores de... "lo público", palabras que pronuncian como si fueran sagradas pero que les importan menos que nada cuando "lo público" no lo mangonean ellos o no favorece políticamente a los suyos. 

No, no son responsables de lo que han hecho los saboteadores del Zendal, pero probablemente son aún peores que ellos.

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