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Carmelo Jordá

Faisanlaska debe dimitir

No sé si habrá muchos casos en los que un juez que persigue la corrupción política acabe metido en política, encamado con la corrupción y corrupto él mismo hasta las trancas.

No sé si habrá muchos casos en los que un juez que persigue la corrupción política acabe metido en política, encamado con la corrupción y corrupto él mismo hasta las trancas.
Fernando Grande-Marlaska | EFE

No sé si habrá muchos casos en los que un juez que persigue la corrupción política acabe metido en política, encamado con la corrupción y corrupto él mismo hasta las trancas, pero en España ya nos han tocado dos, que mira que tenemos mala suerte.

El primero fue el Garzón peor –que, por cierto, qué mal tiene que llevar ver cómo algo tan poquita cosa como el Garzón mediocre haya llegado a ministro y él no–, que pasó de intentar meter en la cárcel al Señor X a compartir con él lista electoral y bancada en el Congreso, para después volver a intentar meter en la cárcel al Señor X y luego a hacer escuchas ilegales y escribir solícitas cartas en las que se pedía dinero de forma extremadamente convincente, "querido Emilio" mediante.

Una metamorfosis espectacular, sí, pero ciertamente menos que el giro vital de 180 grados que ha dado el actual ministro del Interior, que ha pasado como quien no quiere la cosa de perseguir a los policías delincuentes a intentar forzar a los guardias civiles a delinquir.

El juez del Faisán se ha convertido en un ministro faisandé que pierde la confianza en un mando de la Guardia Civil cuando este se niega a conseguirle ilegalmente un informe judicial, pero luego nos explica que no es que haya perdido la confianza en él, sino que hay otros guardias civiles en los que confía más. Y lo dice tan pancho, el tío.

El juez del Faisán elogiaba a Rubalcaba en el Congreso hace unos días, pero no nos podíamos imaginar que su admiración por el ministro del Interior del Faisán era tan grande como para querer seguir sus pasos por el turbio camino de la delincuencia policial.

Y encima el juez del Faisán es parte entusiasta de un Gobierno que todo lo empeora, así que lo que antes eran tratos de taberna y furtivas llamadas telefónicas son ahora pactos parlamentarios firmados por Adriana Lastra; y lo que antes eran delitos que simplemente se negaban, ahora son delitos que tratan de taparse con 247 millones de euros de dinero público, que mira que hay días para equiparar sueldos y justo tenía que hacerse hoy. El escándalo es de tal calibre que verdaderamente cuesta creerse la cara dura con la que esta gentuza actúa, por lo pronto impunemente.

Me temo que a estas alturas es imposible saber si Grande Marlaska ya era Faisanlaska antes de entrar en política o si ser parte del Gobierno más ruin e inmoral de la historia de la democracia lo ha convertido en esta parodia de Lord Sith que tan torpemente trata de explicar lo inexplicable. Quizá podamos averiguar la naturaleza de este viaje al lado oscuro si algún día escribe sus memorias políticas, espero que como una forma de hacer más llevadera una larga estancia en prisión. Mientras tanto, lo que ya es indudable es que Faisanlaska debe dimitir y no puede ser ministro del Interior ni un minuto más. Parafraseando aquella famosa e infame frase de su adorado Rubalcaba: los españoles no nos merecemos un ministro del Interior que promueva el delito.

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