Esto es una impresión personal y, por supuesto, nadie me lo ha confesado a la cara, pero no me cabe ninguna duda de que la moción de censura de Vox que se debate desde este miércoles en el Congreso es una herramienta que busca más desgastar al PP que a Pedro Sánchez.
Nadie lo ha dicho públicamente a excepción de Iván Espinosa de los Monteros, que tuvo un lapsus maravilloso en una televisión hace unos días, pero no voy a apoyarme en eso, que es obvio que no es lo que quería decir el portavoz de Vox y corrigió enseguida. Para mí el ánimo anti PP de la iniciativa es obvio, porque si querían que la moción hubiese sido otra cosa la habrían hecho de otra manera: tú no planteas una iniciativa de este tipo y este calado y una vez sobre la mesa invitas a los demás a unirse; muy al contrario, la negocias, buscas candidatos de consenso, planteas un programa común… En fin, vas de la mano con aquellos a los que pides su apoyo y no les colocas en una situación que sabes que es complicada. Las cosas en política se hacen así y la juventud de Vox como partido no me vale como excusa, que ya llevan unos años dando la matraca y Santiago Abascal, toda la vida en política.
Además, tenemos bien cerca los ejemplos de lo que es una moción de censura que se hace mal: la de Iglesias a Rajoy, de la que esta parece un calco; y una que se hace bien: la de un Sánchez que sólo se tiró a la piscina cuando tenía atados casi todos los votos.
Por otro lado, basta repasar los perfiles más voxeros en las redes sociales para comprobar que por cada mención a Sánchez hay dos a los populares: los seguidores más acérrimos del partido de Santiago Abascal lo tienen todavía más claro que yo.
Sin embargo, pese a lo burdo de la trampa política en este tipo de circunstancias, no hay peor enemigo del PP que el propio PP, así que una vez más los populares están haciendo el ridículo y, si no lo remedian de alguna forma en el debate parlamentario, van a salir de esto muy malparados.
Porque hay razones de sobra para votar que sí a una censura contra Sánchez, incluso a una planteada con evidente mala leche que te habría sido muy fácil hacer tuya; las hay para abstenerse y puede que hasta las haya para votar no, aunque a mí me cueste verlas, pero lo que está claro que el hipotético resultado final de la votación no debería decidir la toma de posición del partido, que es el único argumento que manejan los de Casado. ¿O es que a partir de ahora el PP sólo va a votar sí a aquellas iniciativas parlamentarias que cuentan con el apoyo suficiente para ser aprobadas?
El PP puede también considerar que realmente el conjunto de la ciudadanía está mucho menos pendiente de la moción de censura que periodistas y políticos y, sinceramente, algo de razón tiene: no es la primera vez que la política y los medios van por un lado y la ciudadanía sigue a su aire por otro y con otras preocupaciones. Pero tenga o no el interés al cien por cien de los españoles de a pie, la moción de censura es el asunto político de esta semana, de buena parte de la pasada y seguramente de la próxima y, hasta donde yo recuerdo, el PP era un partido, es decir, un grupo de gente que se reúne para hacer política.
Pero una vez más los populares rehúyen hacer política y prefieren que se la hagan: que se la den hecha los demás partidos y que se la expliquen los medios de comunicación de extrema izquierda, a cuya opinión prestan muchísima más atención que a sus votantes. Años después y siguen con el mismo error, precisamente el que ha dado origen a Vox. Es de no creer.
Con todo esto, entre unos y otros, durante unos cuantos días en lugar de hablar de los problemas legales de Iglesias, de la ruina a la que están abocando a España o del desastre criminal de la gestión que hace Illa de la pandemia, aquí estamos, contemplando al centro-derecha darse de garrotazos en su pequeña pelea por ser cabeza de ratón. Como si el león totalitario no se los fuera a comer a ellos… y a todos nosotros.