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Carmelo Jordá

No, yo no mato mujeres

Ya está bien, me niego a aceptar ni la más mínima culpa por los delitos que yo no he cometido, por las actitudes que no tengo. Yo no mato mujeres, señor Fernández Vara, señoras militantes del feminismo ultra.

Ya está bien, me niego a aceptar ni la más mínima culpa por los delitos que yo no he cometido, por las actitudes que no tengo. Yo no mato mujeres, señor Fernández Vara, señoras militantes del feminismo ultra.
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Ya está bien, me niego a aceptar ni la más mínima culpa por los delitos que yo no he cometido, por las actitudes que no tengo. Yo no mato mujeres, señor Fernández Vara, señoras militantes del feminismo ultra, no las mato ni por ser mujeres, ni por ser mediopensionistas ni por vestir de una u otra forma. No las mato, no las golpeo, no las maltrato. Nada.

Yo no soy un delincuente, mucho menos un asesino. No soy un engranaje más de una supuesta máquina de opresión, ni un eslabón nuevo de no sé qué cadena secular. Convivo con muchas mujeres en mi propia casa, en el trabajo o cuando estoy entre amigos, y las trato a todas como lo que son: personas, iguales, sin imponerles nada, pero sin dejarme imponer ningún peso moral por asesinatos que yo condeno como el que más y por delitos que a mí también me asquean.

Hay una estrategia clara para socializar determinadas culpas, en algunos casos por un fanatismo cuasirreligioso, en otros por puro rencor, en ocasiones porque es un carro del que se espera recoger un puñado de votos, a veces por simple y llana estupidez, pero la culpa no puede ser de un grupo social: en una sociedad democrática con un mínimo de justicia las culpas no son nunca ni de los hombres, ni de las mujeres, ni de los pobres, ni de los ricos… Son de los culpables. Culpables que, por cierto, son aquellos condenados por un tribunal tras un proceso con garantías, no necesariamente los que se señalan en los pseudoinformativos televisivos, las primeras páginas de los periódicos o determinadas cuentas de Twitter.

La violencia doméstica es intolerable, cualquier tipo de violencia ejercida contra una persona más débil es intolerable, sea esa persona una mujer, un niño o un hombre, y que eso ocurra entre las paredes del hogar o en el marco de una relación afectiva está claro que hace la situación mucho más dramática y dicho comportamiento más repugnante.

Pero el problema de las mujeres asesinadas por sus parejas no lo vamos a solucionar ni llamando a las cosas por lo que no son, ni convirtiendo a la mitad de la humanidad en potenciales asesinos y culpables sin juicio. Porque no lo somos, porque no debemos soportar esa infamia y porque tampoco lo vamos a consentir.

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