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Carmelo Jordá

Qué es y qué no es el iPad

El iPad es una ventana a la cultura y el ocio del s. XXI, desde cualquier lugar (sobre todo con la versión 3G) y en cualquier momento, es decir, la digitalización y la internetización totales, si me permiten los palabros.

Con la crème de la crème de los consumidores frikis americanos comprando iPads a toneladas y los primeros análisis basados en experiencias reales de periodistas o blogueros apareciendo en la red, me parece un buen momento para preguntarnos qué es el iPad, qué no es y, en suma, qué razones pueden hacer de él un rotundo fracaso o, como parece que empieza a suceder, un gran éxito.

El mero hecho de que tenga sentido hacernos esta pregunta nos da una idea de que nos encontramos ante un dispositivo sustancialmente nuevo y, si existe alguna posibilidad de que no triunfe comercialmente será o bien porque no sepa encontrar su propio hueco en el mercado o, más probablemente, porque sus compradores se sientan defraudados al no cubrir el invento de Apple alguna expectativa previa, es decir, que lo tomen por lo que no es.

Así que empiezo por las negaciones no sin antes aclarar que, por desgracia, no he tenido en mis manos uno de ellos, así que sigo basando mi análisis en las experiencias de terceros y en la abundantísima información que se puede encontrar en la red.

Para empezar, el iPad no es un ni ordenador portátil ni uno de los pequeños y atractivos netbooks, y no lo es por una sencilla razón: no está pensado para hacer todas las cosas que hacemos con un ordenador y sí para hacer otras que con un portátil o un netbook resultan incómodas cuando no imposibles.

No puede compararse siquiera con los Tablet PC que salieron al mercado hace unos años y que por diversas razones no lograron triunfar. La diferencia entre éste y aquellos es de base: que no es una herramienta de trabajo.

Porque, aunque el iPad pueda ser servirnos para algunas aplicaciones profesionales como consultar nuestro correo electrónico, no parece que un dispositivo sin teclado (por el momento) y, sobre todo, sin posibilidad multitarea, sea lo más adecuado para trabajar. La idea tras él es, sin duda, estar destinado al ocio, incluyendo el consumo de información y cultura como una parte de nuestro tiempo de ocio.

Según los primeros análisis el iPad sí ofrece lo suficiente para resultar una herramienta útil de cara al uso de redes sociales o, de forma ocasional, incluso actividades más complejas como escribir y "bloguear" un artículo, pero no es la forma más cómoda de hacerlo y, por tanto, por muy entusiastas que seamos no creo que acabemos utilizándolo para esto más que de forma ocasional.

Más "noes": contrariamente a lo que muchos han dicho, el iPad no es un iPod grande. Me gustaría poder explicar esto de forma muy sesuda y brillante, pero un comentarista de un blog tecnológico lo ha definido a la perfección y no tiene sentido que yo me enrede: una espada no es un cuchillo grande. Dicho de otra forma, la escala puede significar cambios cualitativos en los objetos, en este caso leer, ver una película o jugar en una pantalla como la del iPad es una experiencia completamente distinta a hacerlo en la de un móvil.

Tampoco es un lector de libros electrónicos, ni un dispositivo para ver vídeos, ni una consola portátil... y es al mismo tiempo todas esas cosas. Es decir, probablemente no es el objeto que debamos comprarnos si sólo deseamos leer libros, jugar o ver películas, pues hay alternativas a precios sensiblemente inferiores y con mejores prestaciones en algunos sentidos; pero según los primeros análisis ofrece una experiencia muy satisfactoria en los tres casos, lo que hace que su precio empiece a no resultar tan desproporcionado y que las situaciones en las que podremos usarlo sean muchísimas más.

Y, por último, como bien dice Eduardo Arcos, el iPad no es el salvador de la prensa tradicional, más bien me parece que, como ya apuntamos por aquí, si no es su enterrador definitivo sí que puede ser uno de los más ruidosos asistentes al funeral: la información que demandaremos a través de nuestros iPads no es la prolongación natural de los periódicos en papel sino, muy al contrario, la de los periódicos en internet.

Incluso aunque se consigan establecer modelos de pago, cosa que excepto en casos muy concretos creeré cuando lo vea, esto no va sino a acelerar el final del papel y del modo de trabajar de la prensa tradicional.

Así que sólo nos queda definir qué es el dichoso aparato del que todo el mundo está hablando: un dispositivo para navegar por internet, participar en redes sociales, jugar, leer libros, ver películas... Una ventana, en suma, a la cultura y el ocio del s. XXI, desde cualquier lugar (sobre todo con la versión 3G) y en cualquier momento, es decir, la digitalización y la internetización totales, si me permiten los palabros.

El iPad y los muchos competidores que le saldrán nos conectarán de un modo diferente a la información y, aunque todavía no tienen un nombre definido, (¿tablets?) son algo tan diferente y tan nuevo que vamos a tener que ir buscándoselo.

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