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Carmelo Jordá

Ser nacional... a costa de no ser

El enorme éxito de Ciutadans ha puesto todavía más de relieve el fracaso de una UPyD que no logra despegar en Cataluña.

El enorme éxito de Ciutadans en estas elecciones catalanas ha puesto todavía más de relieve el fracaso de una UPyD que no logra despegar en dicha comunidad: ha obtenido menos de 15.000 votos y sigue siendo una fuerza completamente marginal, por debajo del Pacma y del Partido Pirata.

Ya hemos comentado por aquí en alguna ocasión que la negativa de UPyD a cualquier tipo de pacto con los de Rivera nos parecía poco racional, pero lo ocurrido este domingo hace que la cuestión sea todavía más digna de ser tenida en cuenta: la distancia entre un partido y otro es todavía más grande, incluso se diría que los éxitos de UPyD –como el famosísimo vídeo de Toni Cantó– han favorecido también a Ciutadans.

Los de Rosa Díez siempre han justificado esta negativa a cualquier tipo de pacto por la vocación nacional que tiene el joven pero pujante partido. No podemos ser un partido nacional, dicen los magenta, si en una comunidad tan importante como Cataluña no estamos presentes o lo estamos a través de otro partido.

El razonamiento es impecable, pero tiene un defecto: tampoco puedes serlo si en una comunidad tan importante como Cataluña no existes, y 15.000 votos son, en la práctica, lo más parecido a la nada que puede lograr un partido político.

Por otro lado, creo que hay razones que deberían hacer a los de UPyD replantearse su posición: desde la muy especial situación por la que atraviesa Cataluña, de la que estas elecciones han sido el mejor ejemplo, hasta las peculiaridades de nuestro sistema político y mediático, que hacen muy difícil que nuevos partidos se abran un hueco.

Además, en pocos casos habrá dos partidos que se parezcan tanto como Ciutadans y UPyD, tanto en su ideario básico, y muy especialmente en aquello que es esencial hoy por hoy en Cataluña, como en su génesis: los dos son movimientos nacidos en el extrarradio de la política y muy vinculados a la sociedad civil y a una nueva forma de entender la cosa pública.

Y es que podría decirse incluso que, por circunstancias históricas que no vienen al caso, cuando UPyD llegó a Cataluña se encontró con que ya estaba allí, pero se llamaba Ciutadans.

Ahora, y después de haberlo intentado en varias ocasiones, que se pueden contar por fracasos, Rosa Díez y los suyos deberían decidir si mantener su pureza programática o aprovechar, para su bien y el de todos los españoles, la vitalidad de un partido que este domingo ha demostrado, una vez más, ser capaz de hacer cosas importantes.

Como ya dije en su día, la U de Unión debería darles una pista.

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