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Carmelo Jordá

Sustituir a ERC en la cama de Sánchez

El nuevo presidente del PP ya ha escenificado una voluntad de pactar con el PSOE que puedo entender, pero que me ha parecido un tanto excesiva.

El nuevo presidente del PP ya ha escenificado una voluntad de pactar con el PSOE que puedo entender, pero que me ha parecido un tanto excesiva.
Pere Aragonés y Gabriel Rufián en el Congreso | EFE

El PSOE ha elegido voluntariamente tener a los aliados más infames moralmente y volubles políticamente del Parlamento, y, como por otra parte cabía esperar, eso suele llevar a los socialistas a algún que otro susto y ciertas épocas de mala vida, que aun siendo mala es mucho mejor de la que merecen, todo hay que decirlo.

El caso es que esta semana es una de esas ocasiones en la que los socios separatistas de Sánchez se comportan como niños –la necesidad de espectáculo de la sociedad catalana es impresionante y los partidos se han convertido en máquinas de generarlo, al coste de una infantilización de la política aún mayor que la que sufrimos en otros lugares de España– y el Gobierno ve peligrar nada más y nada menos que su decreto de medidas económicas por la invasión de Ucrania.

No, ustedes no se preocupen que el decreto ley que pergeñaron Sánchez y los suyos es una boñiga legislativa como todas las que hace este Gobierno, y si no se convalida nada va a ir a peor, del mismo modo que de finalmente convalidarse nada iría a mejor.

Porque lo sustancial aquí no es el decreto en sí, sino los apoyos que tenga o no tenga el Ejecutivo para sacar adelante uno de los decretos clave de lo que queda de legislatura y, por tanto, si tiene una mayoría parlamentaria suficiente para seguir gobernando, por ponerle un nombre a lo que hace Sánchez.

Cualquiera que hubiese hecho una apuesta tan arriesgada como la que ha hecho el PSOE en esta legislatura con tal de seguir en Moncloa estaría ahora esforzándose en recuperar la confianza de sus socios, pero sólo uno dotado con un rostro mucho más duro que el acero se daría la vuelta y le pediría ayuda a la oposición. Sí, a esa misma oposición a la que por la mañana llama extrema derecha y por la tarde representante de Le Pen; esa oposición a la que intenta colar por la retaguardia un cambio para dejarles fuera de la elección de los partidos en la comisión de secretos oficiales; la oposición que le ha presentado un documento con un porrón de propuestas económicas que apostaría los socialistas no se han molestado ni en leer.

En fin, una oposición y un partido, el PP, al que el Gobierno quiere tratar como un chulo trata a sus prostitutas, un papel que le queda muy bien a Sánchez que tiene las maneras y la planta adecuadas, pero al que no debería prestarse bajo ningún concepto Feijóo. El nuevo presidente del PP ya ha escenificado una voluntad de pactar con el PSOE que puedo entender, pero que me ha parecido un tanto excesiva, porque, por mucho que tú estés por el diálogo y los consensos, hay gente con la que no se puede ir ni a heredar y, desde luego, Pedro Sánchez y Félix Bolaños son el ejemplo perfecto de esto.

Teniendo en cuenta además que el famoso decreto es, como les decía, otra bazofia inservible, el PP sólo puede votar en contra y dejarle a otros el innoble papel de sustituir a ERC en la cama de Sánchez.

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