Conscientes de la trascendencia que para la viabilidad de su proyecto de destrucción del régimen constitucional tienen las elecciones del próximo 4 de mayo en Madrid, los partidos que conforman el Gobierno social-comunista y la izquierda mediática han decidido sacudir la campaña electoral con técnicas que recuerdan mucho a lo sucedido en aquellas setenta y dos horas que siguieron al atentado del 11-M de 2004 en los trenes de cercanías de Atocha.
Pero en los diecisiete años transcurridos desde aquella fatídica fecha las cosas han cambiado algo, aunque algunos actores sigan siendo los mismos. Ya no cuela la farsa de ese conglomerado político-mediático empeñado en ver fascistas en cada esquina, en descalificar continuamente a un partido como Vox, que no sólo es legal y respeta la Constitución, sino que además es la tercera fuerza política, con 3.700.000 votantes, mientras que esos mismos partidos y aliados mediáticos están encantados y no ponen ningún pero a la hora de pactar con Bildu, los herederos políticos de ETA. El numerito de Pablo Iglesias el pasado viernes en la Ser tenía ese objetivo: señalar al partido de Abascal, Ortega Lara y Alcaraz como la gran amenaza para la democracia y, a partir de ahí, agitar la campaña electoral.
La izquierda política y mediática lleva muy mal que la derecha gobierne en Madrid desde hace veintiséis años. Qué le vamos a hacer, eso es la democracia. La gente vota y elige a quien quiere. Pero, claro, eso la izquierda no lo acepta. La izquierda política y mediática lleva muy mal que una persona sin complejos, con arrojo, como Isabel Díaz Ayuso pueda seguir presidiendo la Comunidad de Madrid después del 4-M. Les resulta incomprensible y se rebelan ante esa realidad.
Y para intentar evitarlo, en la recta final de la campaña no reparan en medios. Se hacen públicas unas amenazas por carta al ministro del Interior, a la directora general de la Guardia Civil, al candidato de Podemos y este lunes a la ministra Reyes Maroto, como si en el pasado reciente no hubiesen existido amenazas y, en muchos casos, más que amenazas contra dirigentes políticos. Produce mucho rubor y algo de vergüenza ajena que el ministro del Interior, responsable máximo de la seguridad de todos los españoles, se dedique a airear la carta amenazante que recibe, en lugar de llegar pronto y hasta el final en la investigación sobre su autoría. ¿Por qué la hace pública? ¿A quién beneficia ese tipo de hechos? El ministro del Interior y la directora general de la Guardia Civil serán dos de las personas que cuenten con más medidas de seguridad. Pero, sobre todo, están en esos cargos para resolver los problemas de seguridad de todos los españoles, incluidos los que puedan tener ellos. Da muy mala imagen y da que pensar esa exhibición obscena de unas amenazas cuya autoría hay que aclarar cuanto antes.
Las elecciones del 4-M son trascendentales para el futuro de España. Los ciudadanos empadronados en Madrid van a tener la oportunidad de poder dar a Pedro Sánchez la primera bofetada política de entidad desde que está en la Moncloa. Si Sánchez pierde en Madrid, su proyecto ideológico y político, que está siendo letal para España, tendrá su primer revés serio, y muy probablemente no será el último. Otra posible víctima de los resultados del 4-M puede ser Pablo Iglesias, al que se hace difícil imaginar aceptando su papel como diputado en la Asamblea de Madrid y portavoz de la última fuerza política.
Por eso, el próximo 4-M hay que ir a votar y hacerlo de forma masiva en defensa de la democracia y de la libertad. Eso tiene una traducción práctica: votar al PP o votar a Vox. Ciudadanos, ellos se lo han buscado y ganado a pulso, no es de fiar. Lo que la izquierda política y mediática está haciendo estos días debe ser un acicate importante para llenar las urnas de votos en favor de la decencia política y de una convivencia política en paz y libertad.