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Cayetano González

Queda mucho partido por jugar

El acto de Colón puso una vez más de manifiesto que el deseable entendimiento entre el PP y Vox está muy lejano.

Aunque todas las encuestas publicadas tras la contundente victoria de Ayuso en Madrid el pasado 4-M apuntan a que el PP ganaría las elecciones generales si se celebraran ahora, y podría gobernar con el apoyo de Vox, hay un pequeño detalle que no se puede perder de vista: quedan casi dos años y medio para que esas elecciones tengan lugar, si el presidente del Gobierno, que es quien constitucionalmente tiene la prerrogativa de convocarlas, no decide adelantarlas. Y, visto lo que dicen las encuestas, no parece que entre los planes de Sánchez esté llamar a los españoles a las urnas antes de noviembre de 2023.

Queda mucho camino por recorrer o, dicho en términos deportivos, "queda mucho partido por jugar" para los partidos que tienen que fortalecer y asentar la alternativa al Gobierno social-comunista de PSOE y Podemos. Esos partidos son fundamentalmente el PP y Vox, ya que Ciudadanos está en proceso de desaparición, como se vio en Madrid y como también ponen de manifiesto las encuestas, incluidas las de Andalucía.

En este contexto, la concentración de este domingo en Colón fue una muestra de que en el seno de la sociedad todavía hay una buena capacidad de resistencia y respuesta a las fechorías que quiere llevar adelante este Gobierno, en este caso los indultos inminentes a los políticos catalanes que intentaron dar un golpe de Estado hace cuatro años. Pero tampoco se pueden sacar muchas más conclusiones positivas del acto de Colón, y eso sin entrar a valorar la mala organización del mismo, debido a la evidente falta de recursos materiales para llevarlo a cabo, que es lo mismo que decir que quienes debieron implicarse, o ayudar desde fuera en esos aspectos, no quisieron hacerlo.

El acto de Colón puso una vez más de manifiesto que el deseable entendimiento entre el PP y Vox está muy lejano. Quizá no sea esta la cuestión prioritaria en el momento actual –desde luego, no lo es para los dirigentes populares, y los de Vox creen que es más rentable, electoralmente hablando, ir cada uno por su cuenta–, pero al electorado de ese espacio de centro-derecha le gustaría ver menos remilgos, sobre todo en el PP a la hora de hablar de los de Abascal. Sigue pesando mucho la carga de profundidad que supuso la intervención de Pablo Casado contra Vox y contra su presidente en la moción de censura contra Sánchez.

En los próximos meses, Sánchez seguirá dando pasos para intentar contentar a sus socios –ERC, Bildu, PNV–, ya que sigue necesitando de ellos para mantenerse en el poder. Primero serán los indultos, y luego la famosa mesa de negociación, donde puede pasar de todo. Los independentistas no ocultan sus intenciones: amnistía y autodeterminación.

Otro frente abierto por Sánchez es el referido a los presos de ETA, merced a sus acuerdos con PNV y Bildu. Una vez acercados en su práctica totalidad al País Vasco, y transferida la competencia de prisiones al Gobierno de Urkullu, lo normal es que en los próximos meses vayan saliendo a la calle sin cumplir, en muchos casos, íntegramente sus penas. Es decir, una forma de indulto encubierto. Que eso sea una ofensa a la memoria, a la dignidad y a la justicia que se merecen todas las víctimas del terrorismo es algo a lo que Sánchez no parece darle una excesiva importancia.

Esto es lo que hay, y por eso fue acertado el mensaje final de Rosa Díez en su intervención en Colón: hará falta salir más veces a la calle para manifestar a Pedro Sánchez que hay una parte importante de la sociedad que no está dispuesta a rendirse y a plegarse a su proceso de demolición de la España constitucional. El presidente del Gobierno tiene que sentir alto y claro el ¡basta ya! que surgió hace años en el País Vasco contra ETA y contra el nacionalismo obligatorio del PNV, y que ahora se tiene que extender por toda España contra este Gobierno y su presidente.

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