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César Vidal

2. Sadam Husein: La ayuda de Francia y Rusia

Tras el golpe de estado de 1968 contra Arif, el papel político de Sadam Husein fue muy limitado. De hecho, fue el único de los conspiradores que no recibió un cargo gubernamental. Durante los años siguientes, Sadam iba a entrar en contacto con unos valedores internacionales que, en buena medida, decidirían su conquista del poder absoluto.

El primero fue la URSS. En enero de 1970, Sadam visitó Moscú en busca de ayuda para combatir a los kurdos. Los soviéticos estuvieron de acuerdo en dejar de apoyar a los kurdos con la condición de que se acabara la represión contra los comunistas y además se concediera la autonomía al Kurdistán. Sadam aceptó, pero con escasa voluntad de cumplir lo pactado. No obstante, había captado hasta qué punto la URSS podría resultarle útil y en febrero de 1972 regresó a Moscú. Esta vez firmó un tratado en el que se incluía, como pago por el apoyo soviético, la concesión a la URSS del uso de las bases aéreas iraquíes. La relación —como tendremos ocasión de ver— se mantendría durante los años venideros.

El segundo gran valedor fue Francia. La razón para el acercamiento derivó del deseo iraquí de nacionalizar el petróleo. Dado que éste se hallaba bajo el control de compañías norteamericanas, británicas y francesas, era de esperar una reacción de las tres potencias. Sin embargo, Valery Giscard d´Estaing, a la sazón ministro de Comercio francés, aseguró a Irak que Francia no participaría en un boicot mientras los intereses galos no se vieran afectados. El 1 de junio de 1972, el Baaz nacionalizó el crudo iraquí y antes de que concluyera el mes Sadam Husein viajó a París pactando con el presidente Pompidou que Francia aceptaría el paso dado por Irak a cambio de participar en la futura industria petrolífera iraquí y de comprar el crudo a un precio más bajo. Tanto la ayuda soviética como la francesa permitieron a Irak duplicar la capacidad de su ejército entre 1970 y 1975 y contribuyeron enormemente a fortalecer la posición de Sadam.

No resulta extraño, por lo tanto, que cuando Londres y Washington anunciaron su propósito de pedir cuentas a Francia, Sadam Husein afirmara públicamente que “cualquier intento de dañar los intereses franceses se consideraría un acto de hostilidad contra Irak”. Este crecimiento de su poder debido a la baza internacional vino acompañado por un vuelco de la situación interior cuando en 1973, Nadhim Kazzar, el especialista en tortura del régimen, orquestó un golpe contra Bakr. Sadam Husein logró desarticularlo y, por primera vez, se abrieron para él las puertas de las prebendas. A partir de entonces, Sadam iniciaría una hábil política de relaciones públicas en la que representarían un papel muy importante su esposa e hijos, que aparecían como prototipo de familia modelo.

La caída de Kazzar convirtió a Sadam prácticamente en el segundo hombre del país a continuación del presidente Bakr. Embarcados ambos en una política que pretendía establecer una “economía socialista”, Sadam siguió reforzando su peso en la seguridad del estado mediante un acuerdo suscrito con Yuri Andrópov, a la sazón jefe de operaciones del KGB. En paralelo, acometió la firma de contratos con la URSS y Francia, seguidos muy de lejos por Brasil (ferrocarriles), Bélgica (fábricas de fosfatos), Yugoslavia, Bulgaria, la RDA y Japón. Durante los años setenta, el prestigio de Sadam subió como la espuma, en parte, por sus relaciones internacionales y, en parte, porque la política económica estaba en sus manos. En enero de 1977 se permitió incluso dar el primer paso para debilitar a Bakr al conseguir que se eligieran diez nuevos miembros para el Mando regional del Baaz —entre ellos Tarek Aziz—, lo que le permitió contar con catorce partidarios de un total de veintiún componentes. Al concluir el año 1977, la posición de Sadam era casi inexpugnable. A partir de ese momento, Sadam desarrolló una política armamentística que dejaron pequeño el crecimiento militar del lustro anterior. El principal proveedor de armas fue la URSS —tanques T-52; bombarderos Tu-22; helicópteros Mi-24; aviones de transporte II-76, etc—, pero también Francia firmó jugosos contratos para suministrar Mirage F-1 y helicópteros Gazelle. De hecho, si a inicios de los setenta Moscú suministraba a Sadam el noventa y cinco por ciento del armamento, a finales de esa década su cuota de venta había disminuido hasta el sesenta y tres por ciento.

Durante los años setenta, Sadam comenzó a desarrollar también diversos programas de armamento no convencional. En 1974 se dieron los primeros intentos de comprar armas químicas y biológicas junto con la creación del Comité de planificación estratégica. En noviembre de ese año, concretamente el Instituto Merieux llegó a un acuerdo para instalar el primer laboratorio bacteriológico de Irak. En 1975, Sadam decidió adquirir gas venenoso. Guiado por una curiosa semejanza histórica, acudió en esta ocasión a Alemania oriental en busca de gas tabún y gas sarín. El contacto vino facilitado por terroristas palestinos y en el curso de una entrevista con Karl Heinz Lohs, el director del Instituto de productos químicos venenosos de Leipzig, en la RDA, uno de los iraquíes expresó con total claridad lo que su gobierno tenía en mente: “Ustedes, los alemanes, tienen mucha experiencia en matar judíos con gas. Esto es algo que nos interesa por la misma razón. ¿Cómo se puede utilizar su experiencia para destruir a Israel?”

Por supuesto, Sadam Husein no tuvo siempre suerte a la hora de tratar con compañías extranjeras. Por ejemplo, mediante intermediarios franceses, Irak entró en contacto con la Pfaulder Company de Rochester, Nueva York, para montar una fábrica de pesticidas en Bagdad. Sin embargo, la compañía sospechó lo peor y no se llegó a un acuerdo. Algo similar sucedió con la Babcock and Wilcox y la ICI, ambas británicas. De hecho, la ICI llegó a poner el asunto en conocimiento de los servicios de inteligencia de su país.

Mención especial merece, desde luego, el apartado de las armas nucleares. En 1975, Sadam —todavía segundo hombre de Irak— había establecido el objetivo de contar con armas nucleares en una década. El inicio del programa se debió a la ayuda soviética que permitió a los iraquíes contar con un reactor de agua ligera IRT 200 y con la formación de un centenar de físicos nucleares iraquíes. Sin embargo, la URSS no tenía especial interés en convertir Irak en una potencia y se negó a seguir apoyando el programa nuclear de Sadam. Entonces vino en su ayuda su aliado preferente: Francia.

Este viernes publicaremos la tercera parte de la trilogía de César Vidal sobre el ascenso al poder de Sadam Husein.

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