Menú
César Vidal

El país de las sectas sempiternas

La existencia de sectas y su repercusión extraordinaria en la política es una circunstancia peculiar pero multisecular a lo largo de la historia china. En el siglo II d. de C., el emperador Lingdi estuvo a punto de ser derrocado en virtud de la sublevación de los denominados Turbantes amarillos. No fue cosa del pasado ya que hace apenas un siglo, la presencia occidental en China recibió el terrible impacto de la secta conocida como los "boxers", uno de los movimientos que, como ha señalado Sterling Seagrave, es más conocido y peor comprendido en occidente. Daría la sensación de que más de medio siglo de dictadura comunista debería haber borrado la propensión de los chinos hacia las sectas. La realidad es bien distinta.

La secta Falun gong demuestra, por el contrario, que el fenómeno está más vivo que nunca. A diferencia del peso de la iglesia católica o de las protestantes -perseguidas todas ellas salvajemente en China durante las últimas décadas- la secta en cuestión resulta especialmente peligrosa por dos razones. La primera es que pretende garantizar a sus adeptos la inmortalidad gracias a una versión especial del credo taoísta, una religión de enorme arraigo histórico en China. La segunda es que se ha infiltrado en todos los segmentos de la sociedad sin excluir el ejército, la administración e incluso el partido comunista. Para los marxistas occidentales esta última circunstancia puede resultar escandalosa. Para los que saben que Mao pasó sus últimos años desflorando vírgenes con la intención de absorber de ellas los fluidos vitales -Yin y Yang- que le garantizarían, presuntamente, la inmortalidad no parece tan extraño. No es raro que los señores del telón de bambú estén inquietos.

César Vidal es historiador y autor del libro "Nuevo diccionario de sectas y ocultismo".

En Opinión