De los protagonistas de la segunda guerra mundial, no fueron pocos los que dejaron memorias donde destacaban su participación y ofrecían su análisis del conflicto. A los alemanes Rommel, Kesselring, Guderian, Doenitz o Speer se suman así las de los americanos Eisenhower, Patton o Bradley, las de los soviéticos Litvinov o Zhukov o británicos como Montgomery. A pesar de que todas ellas tienen interés, lo cierto es que pocas se acercan siquiera lejanamente a las debidas a Winston Churchill. Las razones para ello son diversas. De entrada, Churchill era un magnífico escritor –fue premio Nobel de literatura– con una considerable experiencia narrativa en obras comoLa guerra del río,La guerra boeroLa crisis mundial. En segundo lugar, Churchill contó con el acceso a documentación generalmente inalcanzable para los otros autores de memorias. Finalmente, su visión era global y profunda, ahondando en las razones del conflicto y en los retos que iba a significar la paz posterior.
Este primer volumen de las Memorias de guerra de Churchill tiene además un interés añadido y es el de poder analizar su visión acerca de los resultados de una política de apaciguamiento de los totalitarismos. Churchill, en contra de lo que sostenían Chamberlain o Halifax, captó desde el principio que el nazismo, como buen nacionalismo, no se conformaría nunca con concesiones. Cada nuevo avance, cada nueva conquista, cada nueva concesión sólo sirvieron para que el totalitarismo sintiera un ansia mayor de expansión. Al final, la única manera de parar los pies a Hitler fue la guerra, pero con enormes diferencias a las tesis de Churchill.
En 1939 el III Reich era mucho más fuerte, las democracias se habían desacreditado por su estúpida debilidad y en el combate estuvieron a punto de desaparecer. Este primer volumen de las Memorias cuenta con un extraordinario prólogo de Pedro J. Ramírez en el que muestra hasta qué punto Churchill fue generoso en el relato, salvando ante la Historia a personajes que no lo merecían y también nos lleva a reflexionar sobre aquella época decisiva. Decía Cicerón que la historia era maestra de la vida. En pocas ocasiones habría sido tan real esa afirmación como en las Memorias de guerra de Winston Spencer Churchill.
W. S. Churchill,La segunda guerra mundial, La esfera de los libros, Madrid, 2001, 526 páginas.
Este primer volumen de las Memorias de guerra de Churchill tiene además un interés añadido y es el de poder analizar su visión acerca de los resultados de una política de apaciguamiento de los totalitarismos. Churchill, en contra de lo que sostenían Chamberlain o Halifax, captó desde el principio que el nazismo, como buen nacionalismo, no se conformaría nunca con concesiones. Cada nuevo avance, cada nueva conquista, cada nueva concesión sólo sirvieron para que el totalitarismo sintiera un ansia mayor de expansión. Al final, la única manera de parar los pies a Hitler fue la guerra, pero con enormes diferencias a las tesis de Churchill.
En 1939 el III Reich era mucho más fuerte, las democracias se habían desacreditado por su estúpida debilidad y en el combate estuvieron a punto de desaparecer. Este primer volumen de las Memorias cuenta con un extraordinario prólogo de Pedro J. Ramírez en el que muestra hasta qué punto Churchill fue generoso en el relato, salvando ante la Historia a personajes que no lo merecían y también nos lleva a reflexionar sobre aquella época decisiva. Decía Cicerón que la historia era maestra de la vida. En pocas ocasiones habría sido tan real esa afirmación como en las Memorias de guerra de Winston Spencer Churchill.
W. S. Churchill,La segunda guerra mundial, La esfera de los libros, Madrid, 2001, 526 páginas.