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César Vidal

Rehabilitaciones discutibles

En las últimas horas ha saltado a algunos medios de comunicación la noticia de que Raoul Wallenberg, el escandinavo que salvó la vida de centenares de judíos durante el Holocausto y luego desapareció en las cloacas del NKVD soviético, iba a ser objeto de una rehabilitación póstuma –y tardía– en la Rusia de Putin. Se cerraría así definitivamente uno de los episodios mas vergonzosos de los millones en los que se vieron envueltos los servicios secretos soviéticos, el de la detención y captura de un valiente filántropo al que se sometería a torturas y prisión para negar siempre que se hubiera producido siquiera el más mínimo contacto con él.

Lamentablemente, el reconocimiento de Wallenberg tiene que llevarnos a reflexionar sobre lo discutible de ciertas rehabilitaciones. Para empezar, hace unos días el propio Putin realizaba un gigantesco lavado de cara del KGB –el mismo que detuvo, secuestró, encarceló y asesinó a millares de disidentes y sembró occidente de terroristas para desestabilizarlo– insistiendo en que aquellos espías, entre los que él se encontró, habían sido héroes a los que Rusia nunca pagaría suficientemente su deuda. Los verdugos eran así ensalzados por encima de sus victimas.

Pero además, la rehabilitación de Wallenberg nos recuerda lo selectivo que resulta un cierto sector del genero humano a la hora de recordar a sus héroes. Su labor –meritoria y noble– resultó especialmente ensalzada porque procedía de un país gobernado por los socialdemócratas (izquierdistas que no tuvieron reparo en comerciar con Hitler durante todo su periodo de gobierno) mientras que la de otros personajes, como el español Sanz Briz o el italiano Perlasca, ha sido oscurecido e incluso olvidada. El primero era, a fin de cuentas, un católico conservador al servicio del régimen de Franco; el segundo, un aventurero que vino en 1936 a España a combatir contra el comunismo en las filas del CTV italiano.

Ambos, sin embargo, salvaron a muchos mas judíos que Wallenberg o que el famosísimo Schlinder aunque no resulte “políticamente correcto” recordarlo. Queda al menos un consuelo, el de que Aquel que, según el Tamud, considera que salvar una vida constituye un acto tan meritorio como salvar a la totalidad del genero humano lo recompense el día del Juicio, un juicio que será más ecuánime que el de la política y la Historia.

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