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César Vidal

Viaje subyugante a la heterodoxia

Pocos itinerarios históricos resultan más sabrosos que el que ofrece la trayectoria de los heterodoxos españoles. Bien lo supo Marcelino Menéndez y Pelayo, que les dedicó una obra enjundiosa y prolija –aunque no por ello menos tendenciosa y ocasionalmente inexacta– donde pretendía hundirlos en el descrédito y en no pocos casos logró proporcionarles un aura envidiable de gente quizá equivocada pero no pocas veces decente, despierta y atractiva. De los que después han intentado seguir el estudio de los heterodoxos, muy pocos se han despegado del camino trillado por don Marcelino aunque los logros de un Bataillon o un Nieto sean todo menos desdeñables.

El presente libro –bien documentado, entretenido y en algunos momentos hasta apasionante– ha elegido siete trancos concretos en esa senda de herejes que vivieron del final de la Edad Media al Barroco. El primero es Prisciliano, que dio inicio a una secta rigorista que durante mucho tiempo compitió con buen éxito con la iglesia oficial. A él le cupo el dudoso honor de ser el primer ejecutado por sus ideas religiosas en el seno del cristianismo, iniciándose un tétrico camino que tardaría siglos en verse desandado. A continuación, Fernández-Mayorales nos introduce en la agreste floresta de mozárabes heterodoxos y apocalípticos montañeses –todos ellos hijos directos de la inmensa convulsión que significó la invasión islámica de España– para desembocar ya bien avanzada la Edad Media en un místico como Raimundo Lulio, un apóstata como Turmeda o un cismático –suponiendo que no tuviera toda la razón del mundo como él pretendía– de la altura del excomulgado papa Luna, el aragonés Benedicto XIII.

Así llega la obra a episodios no del todo aclarados como el de los herejes libertinos de Durango donde el sexo se mezclaba con la heterodoxia, el proceso del arzobispo Carranza al que se juzgó por luteranismo cuando, muy posiblemente, no pasó de ser un prelado pastoralmente preocupado por el destino eterno de Carlos V y a ese magma desigual espiritualmente colocado bajo la etiqueta de alumbrados y en el que algunos autores lo mismo hacen confluir a erasmistas como Alfonso de Valdés, que a antinomianos desvergonzados o a clérigos que habían perdido el respeto por su hábito y, sobre todo, por los demás. El texto de la obra –insistimos ideal para adentrarse en un mundo cargado de símbolos, luces destelleantes, anhelos de eternidad y simples flaquezas humanas– viene complementado por dos aportaciones ideales y oportunas.

La primera es un conjunto de itinerarios debidos a Víctor Saornil que permitirán al lector atrevido recorrer las tierras pisadas por Elipando, el Beato de Liébana o Vicente Ferrer entre otros muchos. La segunda es una selección de lecturas que no tiene ciertamente desperdicio. De Molinos al misterioso convento de san Plácido de Madrid –en nada inferior a los demonios de Loudun descritos por Aldous Huxley– pasando por la visión apocalíptica de algún mozárabe genial o algún fragmento de la última novela de Delibes difícilmente se podría haber realizado una lectura de heterodoxias más adecuada. Libro para leer, para viajar, para paladear en tragos largos o a sorbos reconcentrados de lo que no cabe duda es de que sus páginas van a causar en cualquier lector inteligente un placer de esos que se desean repetir y cuyo final se lamenta.


J. Fernández-Mayorales,La España de los herejes, fanáticos y exaltados, Madrid, Acento, 335 páginas.


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