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Clemente Polo

Los amos

Si a algo tienen pánico los nacionalistas convergentes es a celebrar un referéndum vinculante que saben, lo han dicho en repetidas ocasiones, perderían por goleada. Sería un golpe del que ya no podrían recuperarse nunca.

Afirmaba en mi anterior artículo (Independentistas de salón) que el rotundo fracaso de las consultas nacionalistas pone de manifiesto la falta de interés de la inmensa mayoría de los ciudadanos catalanes –"españoles que tienen vecindad administrativa en Cataluña", según el artículo 7 del Estatut– por el soberanismo y el independentismo, las dos aspiraciones políticas, una intencionadamente difusa y otra deliberadamente concreta, que inspiran y modulan los programas y actuaciones de los partidos catalanes genuinamente nacionalistas: por una parte, Convergencia y Unió Democratica de Catalunya (CDC e UDC), los dos partidos coaligados en Convegencia i Unió (CiU) y liderados por Mas i Gabarró y Duran i Lleida, respectivamente; y, por otra, Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) y la sopa de letras (ICV-EUiA) en la que se integran ambientalistas y supervivientes refractarios del naufragio comunista.

Si esto es así, ¿por qué se empeñan estos partidos en dilapidar recursos públicos promoviendo unas consultas que ponen al descubierto la falta de respaldo social a sus reivindicaciones más preciadas? ¿Cómo se explica la reciente decisión de la mesa del Parlament de tramitar (con los votos de todos ellos (CiU, ERC e ICV-EUiA) la Iniciativa Popular presentada por la Coordinadora Nacional para las consultas sobre la independencia con el fin de convocar un referéndum de autodeterminación (al amparo de la nueva ley sobre Consultas populares) a sabiendas de que esa iniciativa nunca contará con la obligada aquiescencia del Congreso? Y, ¿cómo se entiende que los "socialistas" del PSC no tengan siquiera agallas para oponerse abiertamente a iniciativas tan contrarias al legado internacionalista del socialismo?

Mas i Gabarró, el líder de CDC y de la coalición CiU, conoce bien el escaso entusiasmo y apoyo que suscita el soberanismo y la independencia (incluso el "estaturismo") entre los catalanes, de ahí su calculada ambigüedad ante las consultas, mostrando comprensión y apoyo a distancia para no perder influencia en esta franja del electorado mimada por ERC e ICV-EUiA, pero consciente de que apostar abiertamente por el independentismo debilita más que refuerza la posición negociadora del Govern de la Generalitat ante el Gobierno español. La indiferencia de la mayoría de los catalanes hacia las reivindicaciones soberanitas explica también los denodados esfuerzos de Felip Puig –actual brazo derecho de Mas en CDC y Consejero de Política Territorial y Obras Públicas de la Generalitat entre 2001 y 2003, una época en la que se desvió dinero de los fondos del Palau de la Música hacia CDC– en presentar el fracaso de las consultas como un "fracaso de España", a la que acusa de incomprensión ante el "gran esfuerzo" realizado por los catalanes para que España superara "el desarrollo crónico en que estaba sometido los últimos cuatro siglos". No sé si forma parte de ese "gran esfuerzo" la industria textil, la producción de cava, SEAT, la Olimpiada, el AVE, la T1 o el Sincrotón. No intenten comprenderlo, porque además de ininteligible, la afirmación carece de cualquier fundamento

No parece éste el momento propicio para salir al balcón de la plaza de Sant Jaume a proclamar de nuevo el Estat Catalá (la mayoría de los catalanes se preguntaría probablemente, y ¿éstos pirados qué dicen ahora?). Para CiU, lo que "toca" es continuar interpretando durante las próximas décadas su programa favorito: inmersión lingüística forzosa –ese perverso legado del franquismo que ha hecho suyo el Gobierno catalán y ha aplicado con más intolerancia y eficacia que el propio dictador; persecución y represión del uso del castellano en las administraciones catalanas, el sistema educativo, los medios de comunicación, las actividades culturales, el comercio, etc.; difusión de falsedades acerca de la explotación y expolio de Cataluña por parte de España; y campañas de desprestigio de las instituciones comunes.

Ese es el programa "serio" de CiU y no les importa a sus líderes que los rabasaires de ERC lleven la voz cantante en la calle y organicen consultas independentistas de mentirijillas, conscientes de que una buena parte de los independentistas de corazón que participan en ellas acaban, antes o después, dando su voto a los independentistas de salón de Convergencia. La semana pasada el grupo de CiU en el Parlament de Cataluña sumó sus votos a los de ERC e ICV-EUiA para apoyar una Iniciativa Popular que aspira a celebrar un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Lo hicieron, claro está, porque están convencidos de que no hay ninguna posibilidad de que esa consulta se llegue a celebrar, pues si a algo tienen pánico los nacionalistas convergentes es a celebrar un referéndum vinculante que saben, lo han dicho en repetidas ocasiones, perderían por goleada. Sería un golpe del que ya no podrían recuperarse nunca. Así que ojalá el Gobierno español se atreva a aceptar el reto y pregunte a los catalanes si "quieren que la comunidad autónoma de Cataluña siga formando parte de España, un Estado democrático y social, miembro de la Unión Europea". Si fuera presidente, lo haría.

En España

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