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Clifford D. May

Las dos caras de la moneda yihadista

Aquellos que planifican, financian y practican el terrorismo deberían tener que enfrentarse a una presión implacable. Donde fuera que estuviesen, deberían temer constantemente que los descubran y que los eliminen.

Mientras escribo este artículo la policía europea está buscando a los "grupos de ataque" planeando atentados contra civiles en Gran Bretaña, Francia, Alemania y Suecia. ¿Por qué planearía Al Qaeda esos ataques ahora? Eso es como preguntar por qué ladran los perros. Simplemente porque eso es lo que hacen.

Al Qaeda está en el negocio yihadista. Si Al Qaeda no puede producir lo suyo, otras organizaciones lo harán y entonces serán éstas las que lleven la delantera recaudando fondos de manos de los radicales de Oriente Medio que controlan fortunas enormes y autorrecargables gracias a la dependencia petrolífera de los infieles.

A eso también hay que sumarle lo siguiente: durante estos días, el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad se ha estado pavoneando en la escena internacional, dando discursos en la ONU, atacando al capitalismo y diciendo que Estados Unidos está detrás de los atentados del 11 de septiembre, tildándolo de trabajo de la "inteligencia americana" que se llevó a cabo para "revertir el declive de la economía estadounidense y su control sobre Oriente Medio para salvar al régimen sionista". Si usted cree que eso es insultante para los americanos, imagínese cómo se debe de sentir Osama bin Laden.

La gente olvida –y demasiada gente nunca ha comprendido– que hay dos campos yihadistas, uno suní y otro chiíta, dos caras de una misma moneda. Son rivales, no enemigos. A menudo compiten. A veces cooperan entre sí.

En 1979, el ayatolá Jomeini fundó la república islámica de Irán, el primer Estado yihadista moderno. El próximo mes, hace 31 años, militantes iraníes realizaron un acto de la guerra contra Estados Unidos –y no fue el último– cuando asaltaron la embajada americana en Teherán y tomaron como rehenes a los diplomáticos allí presentes. La inepta respuesta de la administración Carter fue todo un mensaje que Jomeini resumió de la siguiente manera: "Los americanos no pueden hacer nada".

Los radicales suníes se sintieron revitalizados, especialmente en Arabia Saudí donde el wahabismo, que hace una lectura particularmente racista e intolerante del islam, es la religión del Estado. Pensaron que quizá Estados Unidos no es la superpotencia que dicen. Quizá Occidente está agotado y en decadencia. Quizá ha llegado la hora para la revolución global, para restaurar la prominencia de la que alguna vez disfrutó el islam, que aún merece y que está destinado a recuperar. Quizá el mundo está listo para aceptar ese objeto de deseo que es la sharia o ley islámica.

Diez años después, en 1989, Jomeini lanzó la campaña para establecer la sharia sin fronteras, ordenando el asesinato de Salman Rushdie, un novelista británico que, según Jomeini, había cometido el "crimen" de insultar al islam. Las naciones que valoran la libertad, como mínimo, deberían haber cortado todo vínculo con Irán. Pero no lo hicieron. Hoy en día los críticos del islam están sometidos por rutina a amenazas de muerte; Feisal Abdul Rauf, ese imán "moderado", advierte que si no se puede construir una mezquita junto a la Zona Cero, los americanos deberán de contar con que los correligionarios más extremistas de Rauf cometan actos de violencia contra ellos; además en la ONU se está discutiendo seriamente la posibilidad de prohibir las ofensas contra el islam usando la protección del derecho internacional.

Según se informa, los planes terroristas más recientes incluyen "incursiones estilo comando y toma de rehenes" en ciudades europeas, como las que el grupo Lashkar-e-Taiba, afiliado pakistaní de Al Qaeda, usó en Mumbai en 2008. Algunos analistas de inteligencia piensan que estas tramas pueden haber sido desbaratadas gracias a recientes ataques de aviones no tripulados Predator contra cerebros terroristas en remotas áreas tribales al noroeste de Pakistán.Pero como eso no es del todo seguro, Suecia, Gran Bretaña y Francia han elevado sus niveles de alerta y el Departamento de Estado de Estados Unidos ha emitido una alerta a quienes piensen viajar a Europa. El martes, Francia también arrestó a 11 sospechosos de terrorismo.

Pero aunque el presidente Obama ha intensificado la lucha contra los yihadistas en Waziristán del Norte, él se resiste a usar todo el arsenal no letal del que dispone para ejercer presión sobre los yihadistas en Teherán. En julio, una mayoría bipartita en el Congreso de Estados Unidos aprobó una ley de sanciones contra Irán en respuesta al ilícito deseo de adquirir armas nucleares que exhiben los líderes iraníes, su apoyo a la exportación del terrorismo que incluye matar a americanos en Irak y Afganistán así como su brutal opresión contra los disidentes en Irán.

La aprobación de la nueva ley ha llevado a docenas de empresas extranjeras a abandonar Irán. Como resultado, la economía de Irán se ha resentido, el desempleo y la inflación se han disparado a tasas de doble dígito mientras que las importaciones de gasolina se hunden junto con el valor de la moneda iraní.

El siguiente paso deberá ser que esa ley se aplique rigurosamente. Pero la semana pasada, el presidente Obama sancionó solamente a una compañía, una firma iraní de energía con sede en Suiza, sin hacer mucho caso de todas las muchas empresas cuyo apoyo posibilita el desarrollo de las armas nucleares de Irán. Qué aliviados se sentirán Ahmadineyad, el líder supremo Ali Jameini y los miembros de la Guardia Revolucionaria iraní. Una vez más, las sabias palabras de Jomeini se han visto ratificadas: "Los americanos no pueden hacer nada".

En el Congreso, los miembros de ambos partidos expresaron su decepción. "No podemos detenernos aquí" dijo Kirsten Gillibrand, senadora demócrata por Nueva York. "Necesitamos aplicar de forma clara la nueva ley con esas duras sanciones a las que el Congreso dio luz verde en el verano; con ella, hasta la última compañía que esté operando en el sector energético iraní tendrá que rendir cuentas de sus actos; además, expulsa a Irán de la economía global hasta que sus gobernantes abandonen el desarrollo nuclear iraní". Ileana Ros-Lehtinen, congresista republicana por Florida dijo: "Yo espero que el Ejecutivo sólo esté dispuesto a llegar hasta aquí. Sigue sin aplicarse lo más duro de la ley".

La ambivalencia del presidente con Irán coincide con la revelación del periodista Bob Woodward de que Obama tampoco está entregado a la idea de derrotar a los enemigos de Estados Unidos en el frente afgano-pakistaní. En su nuevo libro Obama’s Wars (Las guerras de Obama), Woodward escribe que, aunque hace tiempo Obama declaró Afganistán como "la guerra buena", como la lucha que había que ganar, no obstante "ha estado buscando opciones que limitarían la participación de Estados Unidos y que le facilitarían una salida".

Si los ataques Predator que Obama ha autorizado están afectando a la dirección de Al Qaeda en Pakistán, eso es mérito del presidente. Si se ha logrado desbaratar las tramas terroristas contra objetivos europeos, hay que felicitar merecidamente a su equipo de contraterrorismo.

Sin embargo, es difícil evitar concluir que esta administración sigue sin poder atar cabos, sigue ignorando el hecho de que una serie de diversos regímenes y organizaciones yihadistas están librando una "Guerra Contra Occidente". Insistir en ver este conflicto mundial solamente como "operaciones de contingencia en el extranjero" o como una guerra contra Al Qaeda, hace imposible diseñar y aplicar una política eficaz.

Las principales prioridades de esa política deberían incluir: evitar que Irán adquiera armas nucleares, anular a los talibanes en Afganistán y negarle un refugio seguro en Pakistán a Al Qaeda.

A corto plazo no seremos capaces de acabar con todas las células terroristas en todas partes, desde Yemen, pasando por Somalia y Búfalo, hasta Hamburgo. Pero aquellos que planifican, financian y practican el terrorismo deberían tener que enfrentarse a una presión implacable. Donde fuera que estuviesen, deberían temer constantemente que los descubran y que los eliminen. Los líderes de Irán deberían sentirse encañonados (metafóricamente por ahora, pero hay que convencerlos de que ya se acabaron los días en los que "Estados Unidos no puede hacer nada").

Al Qaeda y los grupos terroristas que ésta dirige tienen una misión. Los teócratas revolucionarios de Irán y los grupos terroristas que éstos aleccionan tienen metas y una estrategia para alcanzarlas. No se puede decir lo mismo sobre Estados Unidos y Occidente. Ésa es una seria desventaja en un momento crítico de la historia.

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