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Cristina Losada

A tal oposición, tal marrón

En el PP, no es que falte una dirección nacional: falta una dirección. Sin dirección política, cualquier charca se convierte en un pantano y cualquier correa en una soga. Y cualquier chisgarabís, en un chivo expiatorio.

Hubiera sido noticia que Costa dimitiera de buen grado. Por primera vez en democracia, como le gusta decir a Zapatero, alguien habría abandonado voluntariamente un cargo. Cierto que alguna excepción ha habido. Una o dos, tal vez. Pero el grueso del pelotón se marcha forzado. ¿Por qué? Dejemos ese enigma, que corresponde a la naturaleza humana, y vayamos a otros de cariz más político. Aunque visto desde las filas del socialismo no hay misterio de ninguna clase en el caso Gürtel. Todo el Partido Popular está manchado, podrido, corrompido, y debería renunciar en bloque. Hablan los expertos en transitar por esas ciénagas.

Es posible sostener, sin errar mucho, que el PP ya está desaparecido y no en combate, sino por falta de él. Pero no sólo ante ese culebrón que se presenta en entregas bien cuidadas. La inacción o torpe acción de sus dirigentes ahí es un reflejo del tipo de oposición que practican. Si en la batalla política optan por confiar en que las circunstancias hagan el trabajo, en la borrasca de Gürtel deciden esperar a que escampe. Pero no escampa, sino Camps, quien guarecido bajo paraguas desmedidos, alternó proclamas tremendistas con cantos de unánime felicidad. Todo ello sin abrir la investigación interna que ahora reclama a Génova y sin explicar por lo menudo la relación con los buscones. Dos cosas que tampoco ha hecho la dirección nacional.

Ah, ¿pero hay dirección nacional? El "pulso" entre Valencia y Madrid, exhibido en el cómico enredo de los comunicados, induce a situar la clave del no-comportamiento del PP en la fragmentación del partido. En una situación en la que cada sucursal hace y deshace a su antojo, reduciéndose el poder de Génova al inmueble que ocupa y, como mucho, al Congreso. Pero el PSOE se rige por el mismo modelo y mantiene la disciplina cuando le conviene. O finge, también cuando conviene, que no es capaz de ejercer el control. Incluso un partido dedicado al desguace nacional, como el de Zapatero, dispone de un fuerte aparato central. En el PP, no es que falte una dirección nacional: falta una dirección. Sin dirección política, cualquier charca se convierte en un pantano y cualquier correa en una soga. Y cualquier chisgarabís, en un chivo expiatorio.

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