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Cristina Losada

Ahora no podemos

Cuando hay que defender la democracia, cuando hay que defender España, cierran el chiringo y cuelgan el cartel de "Ahora no podemos".

Cuando hay que defender la democracia, cuando hay que defender España, cierran el chiringo y cuelgan el cartel de "Ahora no podemos".
Pablo Iglesias | Dani Gago

Hay una discusión sobre la equidistancia. Si es buena o mala. Si es la mejor posición que uno puede adoptar cuando aumenta la presión para elegir entre el Sí y el No. Algún famoso de la tele ha dicho que la equidistancia es la duda. Pues tampoco. En realidad, dan ganas de declararse equidistante en esa discusión. Pero la equidistancia no es buena ni mala en sí. Como tantas veces decimos los gallegos, y tanto se nos reprocha, depende.

A lo que iba. Mientras en el Parlamento de Cataluña se hacía caso omiso de la Constitución, de la ley y de su propio reglamento para sacar adelante una supuesta ley para celebrar un "referéndum de autodeterminación"; mientras se ignoraban las advertencias de secretario y letrados de la Cámara; mientras se bloqueaba a la oposición, se le concedían un par de horitas para presentar enmiendas –ojo, ninguna a la totalidad– y se impedía que solicitara el dictamen del Consejo de Garantías Estatutarias; mientras tenía lugar esa cadena de atropellos a la ley y a la democracia, sólo había, entre los partidos no separatistas, uno que prefería mirar para otro lado y hablar del tiempo.

Y del tiempo pasado. Porque Iglesias Turrión se acordó justo durante esas horas de la boda de la hija de Aznar, de hace tres lustros o así. Gran gag sobre la Gürtel, siempre de actualidad. No falla. A la vez, su partido, especialista en pronunciarse en las redes sociales, estaba tan ocupado en denunciar males como la precariedad laboral, el racismo o la violencia machista, que no tenía un hueco para referirse al abuso que estaban perpetrando Juntos por el Sí y la CUP en el Parlamento catalán. Bueno, Xavier Domènech sí se pronunció. Lo hizo para negar que el PP tuviera legitimidad para hablar de democracia, porque "es parte esencial en el origen de lo que estamos viviendo". Y el hombre es profesor de Historia.

Ese era el tema podemita de hoy. ¿Que los separatistas vulneran la ley, se saltan las normas democráticas y las propias reglas del Parlamento autonómico? Vale. Nosotros hablamos del PP. Así, la alcaldesa Colau: "Las multas [del] 9N y lo que pasa hoy en el Parlamento demuestran el fracaso del gobierno de Rajoy". ¿Algo más? De Colau, no. De Albano Dante Fachín, jefe de Podem, la sucursal catalana del partido de Iglesias, sí. Añadió de su cosecha, a la consigna general, que el Parlamento estaba perdiendo el tiempo en un "debate reglamentario" cuando lo que se tenía que decidir era si los catalanes podían votar o no. Leyes y reglamentos, qué pesadez. Qué pesadez y qué estorbo, la democracia con sus normas. La democracia son normas. A Fachín le molestan. A los de las CUP, más que molestarles, les aburren.

La única excepción a ese silbar y hablar del tiempo y del PP fue el portavoz de Catalunya Sí que es Pot, Joan Coscubiela. Aun desde posiciones favorables a un referéndum, peleó contra los abusos. "Se pueden inventar los procesos que quieran, pero hoy se han inventado el proceso bucanero", dijo en el Pleno. Ya había advertido de que lo que querían hacer los independentistas dinamitaba la legalidad catalana. Pero el diputado de su grupo en la Mesa había dado previamente su aprobación al trámite bucanero en cuestión. Coscubiela, de Iniciativa y del viejo PSUC, viene de otra escuela y de otra época. Le tiene que resultar difícil convivir políticamente con podemitas y comunes. Parafraseando a Sartori, con el marxismo se puede debatir, pero con la nada o la hipocresía es imposible.

La nada y la hipocresía. En ambas está Podemos. También ante el desafío separatista. Su vocación de acabar con lo que llaman "el régimen del 78", esto es, con la democracia española, les llevaría a secundar la ruptura pretendida por los separatistas, si no fuera porque eso los convertiría en meros subalternos del separatismo catalán. Y si no fuera porque tienen votantes que no comulgan con el nacionalismo. Así, han tenido que inventarse que apoyan lo del 1-O como "movilización". No, no es equidistancia. No es un punto medio, fruto de un intento por llegar a una posición aceptable para todas las partes. Esa posición, en una democracia, no podrá implicar en ningún caso la vulneración de las normas democráticas. Normas y reglas, uf. España, bah. Está claro. Cuando hay que defender la democracia, cuando hay que defender España, cierran el chiringo y cuelgan el cartel de "Ahora no podemos".

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