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Cristina Losada

Ciudadanos bajo presión

A lo que más suena la dimisión de Toni Roldán es a Manuel Valls. En la ruptura de Cs con Valls y en la ruptura de Valls con Cs aparecen los elementos que sustentan la marcha del discípulo de Garicano.

A lo que más suena la dimisión de Toni Roldán es a Manuel Valls. En la ruptura de Cs con Valls y en la ruptura de Valls con Cs aparecen los elementos que sustentan la marcha del discípulo de Garicano.
Luis Garicano y Toni Roldán | Libre Mercado

La presión sobre Ciudadanos para que facilite la investidura de Sánchez acaba de subir varios grados de golpe. El golpe lo han dado las dimisiones de Toni Roldán, que abandona el partido y la política, y Javier Nart, que deja el partido y no el escaño. Ciertamente, no es posible establecer una relación causal entre la marcha de los dos diputados y la gota malaya que se está aplicando a Cs para que revierta, gratis, su "no es no" a Sánchez. Es, por tanto, una interpretación.

La información es que Roldán no comparte una decisión estratégica del partido, que no ha mencionado expresamente –¿por qué no?– pero que, a tenor de las pistas que ha dado, engloba el veto a pactar a nivel nacional con el PSOE o al menos con Sánchez, que para el caso es lo mismo. Un veto al que Roldán había dado su asentimiento –y su voto– con anterioridad. Bien. Todo el mundo puede cambiar de opinión. En los titulares, sin embargo, ha ganado por goleada que Roldán se marcha en desacuerdo con el giro a la derecha de Ciudadanos, aunque el diputado no usó esa expresión. Con esto del giro a la derecha de Cs uno siempre tiene la duda razonable de si es un giro que ha dado el partido o es un giro que le han dado otros. Demasiadas manos, demasiado manido.

Prácticamente todos los que criticaban duramente a Ciudadanos en los últimos tiempos por aceptar los votos de Vox –e impedir así Gobiernos de la santa Izquierda– se consideran vindicados con la marcha de Roldán y Nart. Dicen que se van porque el partido se ha derechizado y compadrea peligrosamente con Vox, como ya habían advertido ellos. Sabios. La coincidencia es curiosa. Y sospechosa. Invita a pensar que los hechos –las dimisiones– se presentan de tal forma que confirmen una opinión previa. Es verdad que a Vox lo ha mencionado Roldán, diciendo que no puede ser Cs un proyecto liberal si no confronta a la extrema derecha, pero el grueso de su intervención no fue por ahí. El dimitido cree que el partido en el que se enroló ya no es el que era, y en eso tiene razón. Ninguno de los dos partidos que saltaron a la arena política nacional en 2014 y 2015 son exactamente lo que fueron. El espacio político se va encontrando. Tampoco el PP y el PSOE son como eran en sus tiempos.

A lo que más suena la dimisión de Toni Roldán es a Manuel Valls. Si bien se mira, en la ruptura de Cs con Valls y en la ruptura de Valls con Cs aparecen los elementos que sustentan la marcha del discípulo de Garicano. Tal vez la precipitaran. Valls no ha venido para quedarse en una concejalía, eso parece claro. Aunque ha descartado montar un partido más en Cataluña, siempre tiene la opción de levantar un banderín de enganche que pueda asociarse con los socialistas. Una pequeña cuña para servir de pequeña bisagra. Y es notoria la demanda de bisagras que hay en estos momentos. De hecho, si algo se critica a Ciudadanos es que no cumpla su destino bisagra, que se insiste en que es, de modo fatal, el suyo, y que ahora tendría que cumplir como gozne de la puerta socialista. Roldán se marcha, si hemos entendido bien, porque Ciudadanos no quiere ser esa bisagra y precisamente esa. Predestinado.

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