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Cristina Losada

Cuando baja la marea

Los socialistas van a descubrir lo frustrante que es ganar y no poder gobernar.

Los socialistas van a descubrir lo frustrante que es ganar y no poder gobernar.
EFE

Después de una prolongada embriaguez electoral, llega invariable la resaca. Durará poco esta sobriedad fatigada porque la tendencia en nuestra política es más electoralista que electoral. Como ha apuntado un destacado sociólogo, ya no se ganan elecciones para gobernar, sino que se gobierna para ganar elecciones. No obstante, en estos segundos de pausa, cabe la posibilidad de que los partidos políticos descubran lo que ha dejado al descubierto la bajamar.

Los socialistas van a descubrir lo frustrante que es ganar y no poder gobernar. Les pasará en varias autonomías, singularmente en la de Madrid, pero también en Aragón, Castilla y León y Murcia, si no hay cambios de pareja imprevistos. Tal vez por eso no fue muy alegre la comparecencia del alto mando en Ferraz la noche electoral. Pueden presumir claramente de su resultado en las europeas, pero el mapa del poder autonómico no tiene pinta de que se vaya a teñir de rojo mucho más de lo que estaba. No les será fácil compensar la dolorosa pérdida de la Junta andaluza.

El Partido Popular estará descubriendo lo contrario: qué bonito es quedar segundo y, aun así, gobernar. Si lo consigue será gracias a ese mecanismo que llamaba, no hace tanto tiempo, "coalición de perdedores". O también, peyorativamente, "pactos en los despachos", con frases tipo "se pacta en los despachos lo que no se ganó en las urnas". Pues ahora, al despacho. Por su parte, Pablo Casado habrá hecho un descubrimiento personal, uno en el límite: salvarse de forma inesperada cuando todo el mundo le da a uno por tocado y hundido. Cuando, como suele decirse, ya se afilaban los cuchillos. Barones de colmillo retorcido atribuyen la salvación a su consejo de girar al centro. Consejo que era preludio de conjura y motín. Pero en menos de un mes no se da un giro al centro ni a ninguna otra parte.

Casado debe su fortalecimiento a Madrid y a dos candidatos de su elección a los que muchos habían metido en el saco de los perdedores. Con Isabel Díaz Ayuso se encarnizaron las redes y no poca prensa durante la campaña. Ahora es la más que probable presidenta de la Comunidad. Habrá que ver cuántos tuits burlones se borran. Las noticias denigratorias quedarán en la hemeroteca bajo siete llaves. La noche electoral del PP, en Génova, con un estrado en la calle que se montó, parece, deprisa y corriendo, dio una imagen de triunfo que no logró dar Ferraz. Casado quiere refundar ya el centro-derecha, por lo que entiende engullir de alguna manera a Ciudadanos y Vox. Demasiado deprisa.

Podemos está descubriendo lo malo que es ir dividido a las urnas. Iglesias tuvo que retirarse a reflexionar durante la noche para llegar a la conclusión. Un hallazgo. Pero su espectacular caída obedece a los mismos factores que en las generales. Culpa a la división –a los traidores– cuando la fragmentación no es causa sino efecto. De los "ayuntamientos del cambio", que iban a servir de trampolín para el asalto al cielo, no quedan más que Cádiz y Valencia. En los tres que consiguieron hace cuatro años en Galicia –Ferrol, La Coruña y Santiago–, la marea ha bajado del todo. Pero el rompeolas ha sido el Ayuntamiento de Madrid, que era la más notable conquista de los hoy escindidos. Un Errejón petrificado y una Rita Maestre llorosa mostraron cuán decepcionante es que se acaben las madalenas.

Ciudadanos habrá descubierto el techo de cristal, el que tiene en virtud de sus aspiraciones a liderar ya mismo la oposición de derechas y sustituir al equipo clásico. Aunque el techo quede oculto por la euforia y los globos naranja, está ahí. No hay nada peor que medirse con las expectativas. Y que te midan. Sin embargo, Ciudadanos será decisivo para formar Gobiernos autonómicos y municipales y esta vez quiere entrar. Por fin. Tiene por delante decisiones complicadas. La parte más difícil será incluir o excluir a Vox de la ecuación allí donde opte por coaliciones de derechas. Porque Vox, que ha descubierto que no todo el voto en las generales es orégano, también quiere tener su parte en algún Gobierno.

La moraleja general es que Sánchez y el PSOE salen reforzados. Veremos, cuando termine de bajar la marea, cuando se formen los Gobiernos, cómo queda el mapa del tesoro. O sea, el del poder.

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