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Cristina Losada

Cuando sólo se piensa en el elefante

La obviedad consistía en que los conservadores de los Estados Unidos habían logrado marcar el discurso político con sus ideas. Esto es, habían arrastrado a su terreno al adversario. O sea, justo lo contrario que en España.

En algún momento de pánico, Pepiño Blanco recomendó a los entonces miembros y futuras miembras de su partido que leyeran el librito de un lingüista que explicaba las malvadas "técnicas neocon" con las que la derecha norteamericana les comía el tarro a los votantes y ganaba los comicios. Como no era yo miembro del PSOE y ni siquiera aspirante, no seguí del todo su consejo, pero además resultaba evidente lo que el señor Lakoff desarrollaría en su obra No pienses en un elefante. La obviedad consistía en que los conservadores de los Estados Unidos habían logrado marcar el discurso político con sus ideas. Esto es, habían arrastrado a su terreno al adversario. O sea, justo lo contrario que en España.

Durante el Congreso del Partido Popular, fue el propio Mariano Rajoy quien dibujó en el aire de Valencia la silueta del elefante que no se le va de la cabeza a ese nuevo equipo que, por fin, es suyo. Tiene el paquidermo sus añitos, pero tras el 9-M se ha vuelto tan voluminoso que no deja ver los árboles ni el bosque. Quien se preguntara por el análisis que había hecho don Mariano de su derrota frente a aquel a quien tildó de "bobo solemne", obtuvo allí la respuesta. Una frase de su discurso resume el diagnóstico y la terapia que han encontrado los doctores Arriola, Lassalle et altri: "No quiero que nadie vote al PSOE para que no gane el PP." Que, interpretada por Núñez Feijóo, dice también: "Se acabó aunar votos en contra de la derecha."

En otras palabras, el rumbo que elige Rajoy para evitar que la izquierda volátil y algunos nacionalistas se arracimen en torno al adversario no tiene por norte que la gente vote al PP para que no gane el PSOE ni abriga el propósito de aunar los votos de cuantos están en contra del proceso disgregador que el zapaterismo ha acelerado. No. Su objetivo es otro. Consiste en demostrar que el PP no es tan malo, antipático, de derechas, radical, centralista, católico, poco dialogante y crispador como lo pintan. Lo cual implica perfil bajo, ni una palabra más alta que otra, mucha mano tendida y hablar con todo el mundo. En suma, no empecinarse en castigar al PSOE y menos a ciertos nacionalistas por lo que pueda deparar el futuro.

He ahí un diagnóstico relativamente certero –ZP reunió votos contra el PP– tratado de forma errónea. Y con la receta casera. Pues esta extrategia deriva del axioma según el cual el PP sólo puede alzarse con la mayoría si permanecen desmovilizados quienes, de otro modo, optarían por el voto útil al PSOE. El tema, en fin, de que España es de izquierdas por siempre y que no hay nada que hacer. Que es un no hacer nada muy conveniente para quien se mete en política con vocación de funcionario. Más cómodo resulta seguir la corriente de socialistas y nacionalistas que remar en sentido contrario. Y todavía mejor, sentarse a esperar que doña Crisis haga el trabajo. ¿El elefante? Puro pretexto.

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