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Cristina Losada

El deshonor es todo suyo, Gabilondo

Es como si quienes empezaron su carrera bajo el franquismo sintieran nostalgia de las prácticas de la dictadura hacia la prensa, cuando desde las altas instancias se ponían y quitaban directores y se ordenaba el secuestro y el cierre de periódicos.

Lo más conmovedor de las declaraciones de Gabilondo contra los medios de la competencia es la confesión de que sale a la calle como cualquiera. Que se ponga al alcance de la gente del común, resulta tan asombroso como enternecedor en una antigua estrella de la radio y de la tele. Así, por mezclarse con la plebe, se entiende que no pueda hacer como Zapatero y huir del abucheo en coche oficial. Pero a Iñaki no le pitan, sino que le recuerdan una gran exclusiva que dio y que se demostró tan falsa como los Protocolos de Sión, lo que no fue óbice para que le recompensaran por su conducta durante los tres días de marzo. Premio merecido, claro está. Sin el impulso que prestó al bulo de los suicidas y a otros, así como a las "manifestaciones espontáneas" ante las sedes del PP, es posible que "la idea" de que el Gobierno mentía y era el auténtico culpable de la masacre de Atocha no hubiera "cuajado" como cuajó. En todo caso, es seguro que la convivencia no se hubiera visto alterada, resquebrajada y saturada de odio como en ningún otro momento de la democracia.

Dar una noticia falsa le puede ocurrir a cualquiera. Pero darla y, al tiempo, generar en sintonía con la estrategia de un partido político, una algarada callejera contra el partido rival tres días antes de unas elecciones, ya presenta peor cariz. Utilizar en ese contexto informaciones inveraces, azuzar manifestaciones e instigar a que se culpe a un Gobierno de un atentado no sólo deshonra a la profesión periodística, por utilizar el tópico que emplea el famoso locutor contra quienes sostienen opiniones que le molestan. Deshonra, sobre todo, a los individuos que contribuyeron a gestar el episodio de mayor bajeza moral que registran los anales desde el fin de la dictadura. Deshonor al que se añade el afán por silenciar a los que, desde entonces, no se portan como borregos y tontos útiles. Ahí está Gabilondo, periodista de pro, atizando junto a otros el fuego de las hogueras para quemar a una emisora, en lo que ya es el enésimo asalto de la ofensiva contra la COPE. Es como si quienes empezaron su carrera bajo el franquismo sintieran nostalgia de las prácticas de la dictadura hacia la prensa, cuando desde las altas instancias se ponían y quitaban directores y se ordenaba el secuestro y el cierre de periódicos. ¿Tan tenebroso ven su futuro en La Moncloa y cobertizos anexos que creen que su destino electoral depende de tres o cuatro programas radiofónicos?

Un defecto habitual de los famosos es mirarse el ombligo en exceso y hacer de su pequeña anécdota una categoría tremebunda. Don Iñaki ha echado su lagrimita por sí mismo, por no poder salir a la calle sin que le recuerden la noticia de los inexistentes suicidas. Pero, aquí, durante los tres días de marzo, hubo personas que estuvieron a punto de ser apaleadas y que fueron llamadas asesinas, gracias, en parte, a su premiada labor en las ondas. Además, en la España nacida aquel marzo, la libertad ha estrechado sus márgenes de tal modo que hay quienes no pueden realizar actos públicos sin que aparezcan fanáticos que los vituperen, intenten agredirlos y, en efecto, los golpeen; hay quienes por sus opiniones políticas reciben continuas amenazas de muerte y hasta fotos con balas; y hay un sindicato policial vinculado al partido del Gobierno que deseaba encerrar a un periodista en una "habitación" donde no hubiera Estado de Derecho, y que ahora dice disponer de "munición" –¿de qué calibre?– contra él y contra otros.

Largo sería enumerar todos los datos del sistemático acoso a cuantos no comulgan con la política de Zapatero y sus aliados nacionalistas, y me limitaré a un hecho más. Y es que en la España de Z se ha difamado a las víctimas del terrorismo que se oponían a la negociación con la ETA, hasta el punto que esas víctimas tienen que escuchar insultos y sufrir el desprecio y la calumnia cuando salen tranquilamente a la calle. Esa hazaña sin precedentes se ha logrado con el concurso, entre otros, de los medios en los que reina o ha reinado Gabilondo. Pues eso. Anótese un mérito más.

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