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Cristina Losada

El gordo

A los de la cuerda de Rodríguez les cuadra lo que dijo Scott Fitzgerald de los ricos: son gente que rompe cosas y deja que otros limpien. Cuando dice que va a llegar hasta el final, hay que interpretarlo literalmente

Son 19.234, si la aritmética no engaña, los votos que ha ganado el PSE de López poniéndoles los cuernos a los defensores de la Constitución y el Estatuto en el País Vasco. Pocas lentejas son, y menos aún, las que entre ellas proceden de esa especie por desgracia rara: el nacionalismo moderado. Pero están los socialistas tan contentos como si les hubiera tocado un premio, y eso que éste ha venido con el monstruo dentro. O por eso mismo. Por fin, llega el diálogo sin límites.
 
Digo, no, Blanco dixit. El Partido Popular, que estorba a los afanes del nacional-progresismo, ya se verá si merece o no que se hable con él. Mientras que a Batasuna y al alien que ha implantado en el parlamento se le dan facilidades para que, tres palabras bastan y aún sobran, se dejen cortejar. Y el corral no se escandaliza. Eso, porque Batasuna no es ultra, de la auténtica, como en su día los chicos que harían carrera en el PSOE gijonés. Si así fuera, no se le habría dado nunca tregua ni cuartelillo, ni diálogo ni lista blanca. Y Odón Elorza y otros no hubieran clamado que era un error ilegalizarla. Elorza ya puede estar tranquilo: el error se ha corregido. Ahora hay que apretarle las tuercas al Foro de Ermua.
 
Vista desde la conciencia del común de la izquierda, la violencia, cuando viene de sus ultras, no es tan mala, si es que es mala y es violencia. Por eso, el único acto de violencia política que ha habido en España es el que ha tenido por víctima a Carrillo. Todo el mundo conocía su historial. Rosa Regás dice que nos trajo, él, la recuperación de la vida política, sin la cual no seríamos nada y ella tampoco. Pero tiene otras hazañas en su currículo. Y nadie se metía con él, hasta que llegó Rodríguez con su equipo de excavadores de fosas y aparecieron, que ni de encargo, los ultras que profetizaban sus oráculos.
 
Los 19.234 votos y los cuatro escaños se me hacen poco para justificar tanto entusiasmo en La Moncloa. En ese palacio están cantando el gordo. Rodríguez podía esperar a que el acoso policial a la ETA y su exclusión de los espacios democráticos, dieran sus frutos completos. Pero eso no podría anotárselo como un triunfo suyo. No sería un tanto en el marcador político. Así que quiere, cuanto antes, que esto hace aguas, salir blandiendo un trozo de papel. ¿Como Chamberlain llegando de Munich? Hombre, es dudoso que Chamberlain hubiera cedido territorio británico a los nazis. En cambio, de Rodríguez no tenemos tal certeza. Ni política ni jurídica.
 
A los de la cuerda de Rodríguez les cuadra lo que dijo Scott Fitzgerald de los ricos: son gente que rompe cosas y deja que otros limpien. Cuando dice que va a llegar hasta el final, hay que interpretarlo literalmente. Tal vez recoja el premio, pero a ver quién recoge los pedazos.

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