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Cristina Losada

El heredero socialdemócrata de Merkel

Del mismo modo que Blair fue el heredero de Thatcher, Scholz es el heredero de Merkel.

Del mismo modo que Blair fue el heredero de Thatcher, Scholz es el heredero de Merkel.
El candidato del SPD a la Cancillería alemana, Olaf Scholz. | EFE

Al final ha resultado que estos años de gran coalición en Alemania no perjudicaron a los socialdemócratas. Es interesante porque se ha impugnado la idea, ya asentada como axioma, de que es perfectamente letal para la socialdemocracia participar en una gran coalición dirigida por el centroderecha. En España, recuérdese, se rechazó la gran coalición en su momento –el de la fragmentación– alegando que tendría con seguridad ese terrible efecto para el PSOE, entonces amenazado de sorpasso. Si los socialistas gobernaban con el PP, se dijo, Podemos se iba a comer con patatas al PSOE. Cada país es un mundo, como quien dice, pero, con la debida consideración a distancias y diferencias, lo cierto es que se acaba de demostrar que ocho años seguidos de gran coalición no han dado el beso de la muerte a la socialdemocracia. Al contrario: es el beso que ha despertado a la bella durmiente.

Al tiempo se ha comprobado lo incierto de otra idea que circula mucho, también entre nosotros, y es que en un Gobierno de coalición el socio menor lleva siempre las de perder. A causa de esa futurología, que solía poner como ejemplo el destino fatal de los liberal-demócratas británicos tras su coalición con los tories, tomaría algún partido español decisiones que serían letales, sí, pero para el partido que las tomó. No es cuestión de proyectar lo ocurrido en Alemania a escenarios diferentes, pero a partir de ahora hay motivo para poner en duda las verdades del barquero que se dicen sobre las coaliciones y, más aún, sobre la gran coalición.

La remontada de los socialdemócratas alemanes desde unas previsiones iniciales muy bajas sorprendió a todo el mundo, incluido al partido que hoy celebra algo así como su resurrección. No hace tanto se pregonaba en todas partes que iban a ganar los Verdes, por aquello de que el SPD estaba hundido y desprestigiado tras años de convivencia gubernamental con los conservadores. Pero estas buenas noticias para la socialdemocracia alemana tampoco hay que inflarlas. Otros partidos de la misma familia, singularmente el PSOE, querrán verlas como un desmentido tajante de la crisis de la socialdemocracia de la que tanto se ha hablado y escrito. Será más realista una visión más modesta. Y convendrá preguntarse qué socialdemocracia es la que ha ganado.

El SPD hizo una campaña muy personalizada en su candidato, al que los votantes conocían como vicecanciller y ministro de Finanzas. Scholz es del ala conservadora del partido. Tanto, que no le quisieron como presidente y eligieron a candidatos más a la izquierda. Pero a la hora de la verdad el partido no quiso hacer experimentos y optó por un hombre que en algunos señalados aspectos, en su seriedad, eficiencia, ausencia de sentimentalidad y falta de carisma, es similar a la canciller saliente, Angela Merkel. Fue una decisión feliz y racional: si los alemanes habían votado por Merkel a lo largo de dieciséis años, lo mejor era presentar una versión socialdemócrata de Merkel.

Quizá haya ganado Scholz por eso: es más de lo mismo, pero un poco diferente. La socialdemocracia que pasa años sin superar a los conservadores gana cuando los imita. Y pocos partidos socialdemócratas imitan mejor a los conservadores que el alemán. Del mismo modo que Blair fue el heredero de Thatcher, Scholz es el heredero de Merkel.

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