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Cristina Losada

El máster de no todos somos iguales

"No todos somos iguales", dijo por dos veces la ministra delante de la prensa. Pues sí, ese es el problema.

"No todos somos iguales", dijo por dos veces la ministra delante de la prensa. Pues sí, ese es el problema.
Carmen Montón da explicaciones sobre su máster. | EFE

Enterada por la nueva RTVE de que la ministra Carmen Montón ha puesto a disposición de las redacciones documentos que acreditan que no hay ninguna irregularidad en su máster sobre Estudios Interdisciplinares de Género, he ido a verlos con la misma rapidez con la que, según la nueva RTVE, los puso la ministra a disposición de prensa y curiosos.

No están los trabajos necesarios para aprobar asignaturas ni tampoco el trabajo de fin de máster, que, salvo por el título, aún es materia reservada. La documentación consiste, de momento, en unos cuantos correos electrónicos. La mayoría tratan de un problema surgido durante la matriculación, y un par de ellos se refieren a su falta de asistencia a las primeras clases, asunto rápidamente –todo es rapidez aquí– solventado por la directora del máster con un "no te preocupes". En ese intercambio de mensajes, la ministra, entonces diputada y portavoz del PSOE en la Comisión de Igualdad del Congreso, le dice a la directora, Laura Nuño, que le gustaría saludarla:

Y si no es mucho abusar, si te parece bien que pueda pasarme a saludarte la semana que viene cuando tú puedas y yo no tenga pleno.

A lo cual contesta Nuño:

Perfecto lo de ponernos cara, dime cuando no tienes jaleo y nos vemos por la facultad o por Madrid (a mí me da un poco igual donde sea). Es más, tengo que pasarme por Acsur [ONG de ayuda al desarrollo] que está en la calle Cedaceros que está pegada al Congreso. Si quieres nos vemos por allí.

Yo soy del plan antiguo, de modo que me produce extrañeza esa familiaridad, por no decir complicidad, entre una alumna y la directora del máster en el que acaba de matricularse. No es que en mi época estudiantil la relación entre profesores y alumnos fuera distante o fría, pero no se desarrollaba en ese tono de coleguitas. Menos aún con tal carga de sobreentendidos: la alusión al pleno del Congreso, de una parte, y la disposición a facilitarle las cosas quedando allí cerca, de la otra.

Ignoro si el trato habitual de la dirección con los alumnos del máster era así y la directora se acercaba a conocerlos al lugar donde les viniera mejor. Pero una norma tácita, y hasta de buen gusto, que habría de seguir un cargo público en este tipo de situaciones es no mencionar para nada su condición de tal. Lo apropiado es que se comporte en todo momento como un alumno cualquiera, sin otro estatus que el de alumno, exactamente igual que los demás. De lo contrario, puede dar a entender que quiere prevalerse de su cargo político para obtener un trato ventajoso. Y estará peligrosamente próximo a esos personajes que, llegado el caso, sueltan lo de usted no sabe con quién está hablando.

"No todos somos iguales", dijo por dos veces la ministra delante de la prensa. Pues sí, ese es el problema. Sin querer, pues trataba de decir que lo suyo no era como lo de Cifuentes y Casado, apuntó precisamente a aquello que está en el fondo de este asunto de los másteres. El hecho de que los cargos políticos puedan recibir un trato distinto que el resto de los alumnos. El barrunto de que se benefician de un trato de favor. Y la sospecha, por tanto, de que no todos somos iguales. Irregularidades al margen, que están por demostrar, esa posible relación privilegiada es lo que se ventila ante la opinión pública. No si el PP es igual que el PSOE o el PSOE igual que el PP.

"Los ciudadanos pueden llegar a pensar que todos los partidos son iguales", dijeron desde la dirección del PSOE, según la pieza que la nueva RTVE dedicó a exponer primorosamente los desmentidos de la ministra. ¡Pueden llegar a pensar! Qué maravilloso el mundo del partido del Gobierno. Es La vie en rose. Por lo menos, por lo menos, en la nueva vieja televisión.

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