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Cristina Losada

El nudo del lazo amarillo

Mantener el órdago, el desafío y el pulso es ahora la manera de simbolizar que el golpe separatista no ha muerto.

Mantener el órdago, el desafío y el pulso es ahora la manera de simbolizar que el golpe separatista no ha muerto.
EFE

Den por cerrado el ominoso capítulo y vuelvan a la normalidad, les piden a los separatistas catalanes las fuerzas políticas y las fuerzas vivas. Reconozcan en público lo que reconocen en privado, les dicen, tratando de colocarlos frente a sus contradicciones. Regresen a la legalidad y a la sensatez, exhortan los más optimistas de los optimistas. Como si oyeran llover. Los del lacito amarillo están decididos a apretar más el nudo del lazo, aunque al apretarlo corran el riesgo de hacerse daño. Un daño como el que les supone no formar Gobierno y que siga el artículo 155, cosa que no será tan dramática, dada la modalidad light de su aplicación, pero aún así fastidia. Un daño como añadir nuevas pruebas, incluso nuevos encausados, al proceso por rebelión, sedición y otros delitos que lleva el Supremo. De los daños a otros no hablo, ya que les traen al fresco.

En la línea de apretar va el acuerdo de investir presidente de la Generalitat a uno de los Jordis, que está, igual que el otro, en prisión provisional. Como va en esa línea apretada la decisión de los tres partidos separatistas de reafirmar en el pleno del Parlament la declaración de independencia que suscribieron en octubre. Lo propuso la CUP, que se malicia que los otros no quieren "materializar la república", y los sospechosos de blandengues aceptaron. Esta coincidencia de decisiones resulta muy oportuna. Si el juez Llarena tuviera, por un casual, la idea de dejar salir a Sànchez para asistir a un pleno de investidura, ya le han dado un argumento más para decir que no, con esa propuesta de la CUP, quién sabe si recocida en el horno del pastelero loco. Pues ¿qué otra evidencia más palmaria de que existe riesgo de reiteración delictiva que una ratificación de la declaración de independencia?

Todo esto, naturalmente, en el terreno de lo simbólico. Si aquella declaración fue simbólica, como van piando delante del juez muchos encausados, su reafirmación lo será doblemente. Una ratificación simbólica de una declaración simbólica duplicará el esperpento. Pero mantendrá el órdago, que es el punto en el que se ha estancado aquella famosa hoja de ruta separatista, ya de hoja amarilla, aunque perenne. Mantener el órdago, el desafío y el pulso es ahora la manera de simbolizar que el golpe separatista no ha muerto. Y los tres socios golpistas se vigilan entre ellos para que ninguno levante el dedo del botón amarillo. Porque hay también un pulso entre los tres. El primero que dude, traidor. Torrent, que aplazó un pleno para no incurrir en desobediencia al Constitucional, tuvo que hacer después horas extras de profesión de fe, fuese en el Colegio de Abogados de Barcelona o en el Mobile World Congress, para disipar las dudas sobre su lealtad a la conjura de los necios.

No hay vuelta a la normalidad, ni a la legalidad ni a la sensatez que puedan traer estos dirigentes separatistas. Tampoco otros, seguramente, pero los que han salido de la selección de personal que hizo el procés en su devenir final, mucho menos. Los fanáticos, lo dijo Churchill, ni pueden cambiar de opinión ni quieren cambiar de tema. El único retorno a la legalidad posible es el que ya se ha emprendido, vía artículo 155, aunque falta que se amplíe el foco de su aplicación. Esa es la ruta de vuelta, junto con la que se desprende de las decisiones judiciales. Cuando el juez Llarena dicte el auto de procesamiento e inhabilite a los encausados, entonces, tal vez, haya investidura en el Parlamento catalán. Hasta ese instante, todo será simbólico, lo que no quita para que también pueda ser ilegal.

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