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Cristina Losada

El PSOE quiere seguir desenterrando a Franco

Hay gente que no conoció la dictadura que no la mira con malos ojos y piensa que si la izquierda odia tanto a Franco, tal vez no fue tan terrible.

Hay gente que no conoció la dictadura que no la mira con malos ojos y piensa que si la izquierda odia tanto a Franco, tal vez no fue tan terrible.

Leo que el PSOE quiere desenterrar a Franco. Pero ¿no lo había desenterrado ya? Sí, esta vez está en la parte práctica de mandar grúas y especialistas, que los habrá, supongo, para levantar losas, abrir ataúdes y sacar restos. Ahora bien, en otro sentido, en un sentido político, aunque también muy práctico y muy real, el Partido Socialista lleva más de ocho años desenterrando al dictador. Ocho o nueve años largos, por ponernos de forma aproximada en el año uno de Zapatero, que todavía le parecen insuficientes. Debe seguir más vigente que nunca la vieja máxima: "Contra Franco vivíamos mejor".

A finales de los noventa o incluso antes, que las sociedades olvidan pronto y muchas veces con gran beneficio para ellas, Franco estaba enterrado y bien enterrado. Para la juventud, divino tesoro, el Franco aquel de los libros de historia, si es que se llegaba a esa parte del programa, y de las ocasionales menciones, era un personaje tan lejano como lo podían ser Fernando VII, Chindasvinto y Don Pelayo. La Guerra Civil era un acontecimiento al que se prestaba poco más o menos la misma atención que a la Guerra de la Independencia. Y, en fin, se supiera lo que se supiera de la dictadura, de Franco o de la Guerra Civil, nada de eso contaba en el presente. Eran hechos y personajes históricos. Era asunto cerrado, emocionalmente muerto.

Tan así era que, por entonces, los que participaron de alguna manera activa en la oposición a la dictadura, como aquellos que corrieron delante de los grises, luego tan sorprendentemente numerosos, ya no se esforzaban en contar sus experiencias. No porque no les gustara rememorar sus aventuras en los campus y en la clandestinidad y sus aciagos encontronazos con la policía y la justicia del franquismo. A ver a quién no le gusta relatar sus movidas. Era, y lo digo por alguna experiencia, que no se hallaban oídos prestos a escuchar tales historias. Era que La guerra est fini, por decirlo con la película de Resnais, guión de Jorge Semprún. Insistir en el recuerdo le ponía a uno en el deslucido papel del pesado abuelo cebolleta que habla sin parar de la Guerra de Cuba.

Ocho años de desentierro de Franco han servido para varias cosas y ninguna buena. Han servido, y esto es lo más visible, para que el dictador esté más presente –¡presente!– que nunca en la prensa, la tele, la política y quizá la opinión pública. Más presente que nunca salvo, claro está, cuando estaba en vida. Y esta vuelta al presente de Franco ha tenido un efecto, yo diría que imprevisto por sus promotores, y es que haya gente que no conoció la dictadura que no la mira con malos ojos y piensa que si la izquierda odia tanto a Franco, tal vez no fue tan terrible. Son consecuencias lógicas de tratar de imponer una memoria histórica instrumentalizada políticamente, bajo el supuesto de ajustar cuentas con el pasado. Sobre todo, cuando ya están ajustadas. Cuando el pasado, felizmente, es el pasado.

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