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Cristina Losada

El Valedor no tiene quien le defienda

El senador McCarthy se reencarna periódicamente. En realidad, en las naciones irredentas, como ésta de los suevos, se encuentra siempre al acecho. Pues la religión secular del nacionalismo requiere de una constante caza de brujas.

El senador McCarthy se reencarna periódicamente. En realidad, en las naciones irredentas, como ésta de los suevos, se encuentra siempre al acecho. Pues la religión secular del nacionalismo requiere de una constante caza de brujas. Tanto necesita de ella como de las apelaciones sentimentalistas a las esencias patrias y de la sacralización de la lengua vernácula, altares junto a los que montan las hogueras para la quema. De modo que por ahí anda siempre la jauría, husmeando en busca del anormal, que es todo aquel que se oponga a lo que se ha canonizado como "normalización lingüística"; presta a infligir castigos ejemplares que sirvan de aviso a los posibles desviacionistas. Los totalitarismos se parecen en que sin intimidación y represión no son nada. Y se distinguen por las distintas dosis y tipos de violencia que ejercen.

En las últimas semanas, en Galicia, el fantasma de McCarthy persigue al nuevo Valedor do Pobo, cargo que ha recaído en un magistrado llamado Benigno López González. En unas declaraciones a la prensa, al poco de su nombramiento, don Benigno dijo acerca del empleo del gallego en la Administración de Justicia que si el idioma no se dominaba a la perfección, podía resultar muy peligroso. "En un tipo penal concreto, determinado, la alteración de una sola palabra puede alterar completamente el tipo. No es lo mismo delitos contra el honor que delitos contra la honra y, sin embargo, honor y honra en gallego son el mismo término", explicó el hombre, que parece haber vivido felizmente ajeno a la enfermiza obsesión de esa tropa de inquisidores que recorre los verdes castros en busca de material inflamable, o sea, de gente a la que llevar a la pira.

Y le tocó ser la presa. A la de tres, comenzaba una campaña de acoso, en la que se le exigía inmediata rectificación, dimisión o destitución, o todo ello, aliñada con la manipulación de sus palabras y los términos infamantes de rigor. Los primeros en sacar los dientes fueron los de la Mesa pola Normalización Lingüística, una entidad que nadie ha elegido, pero que se ha constituido en tribunal o checa con el respaldo financiero y el reverencial temor de todos los gobiernos autonómicos. Según esa organización-pantalla, las declaraciones del Valedor fueron "ofensivas para amplios grupos de la sociedad" y "atacaban gravemente a la convivencia y los derechos lingüísticos reconocidos por la legislación". Todo un sarcasmo en una comunidad donde el español ha sido erradicado del espacio público, donde este curso se destierra prácticamente de la enseñanza y donde se vulneran por sistema los derechos de los hablantes de una de las dos lenguas cooficiales.

Tras la Mesa, fueron los viejos canes los que mostraron sus colmillos amarillentos. No en vano llevan años viviendo de la mamandurria. El presidente de la Xunta, el socialista Touriño, enseguida le recordó al Valedor que está para cumplir la ley. La de Normalización Lingüística, claro. La única ley que en la nación de Breogán resulta crucial en estos momentos. Los socialistas galaicos no hacían sino seguir el ejemplo de sus mayores de Madrid, donde el PSOE permitió el linchamiento del Defensor del Pueblo, Enrique Múgica. Pero, ¿y los demás? No hay nada que hacer. Ante las cazas de brujas de los nacionalistas, los otros partidos, los medios, la presunta "sociedad civil", se achantan. Temerosos, se pierden en la espesura. No vayan a ser ellos las siguientes víctimas de la jauría. Pobres necios: lo serán de todos modos. Y mientras tanto, las víctimas de esa política de coacción son los ciudadanos. Hablen el idioma que hablen.

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