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Cristina Losada

Errejón y el miedo de mujer

La histeria, a la que el candidato ha dado voz, se ha confabulado para que las mujeres tengan miedo.

La histeria, a la que el candidato ha dado voz, se ha confabulado para que las mujeres tengan miedo.
Rita Maestre e Íñigo Errejón en la pegada de carteles | EFE

A Errejón me gustaba leerle cuando no sabía qué era la suma cero, pero en vídeo, ya no. De todos modos, uno se entera de sus mítines al minuto por el Twitter de la Sexta, que es su casa y la de todos, faltaría más. El candidato ha hecho un llamamiento para el público femenino que dice así: "Por cada vez que volviste a casa sola, pasaste miedo y le (sic) dijiste a tus amigas: tranquilas, chicas, que ya estoy... vota". La verdad es que sólo se puede votar una vez, no por cada vez. Hay que aclararlo por si induce a la confusión. Me sorprende también que el candidato suponga que el miedo sólo se pasa al volver sola a casa, pues ¿qué hay del miedo a volver acompañada? ¿Qué hay de la violencia que se ejerce sobre las mujeres "por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia"?

Cito el artículo 1 de la Ley contra la Violencia de Género, aprobada en 2004. Es el artículo que establece el objeto de la ley. La violencia circunscrita a la pareja era prácticamente la única que interesaba al feminismo Vogue de la época. La fijación duró tiempo. Sólo después del #MeToo hollywoodiense y el caso de La Manada, descubrieron el acoso sexual y las violaciones, que siempre habían estado ahí, pero no les habían parecido suficientemente interesantes para su agenda.

De repente, como sucede cuando las posiciones políticas vienen del espasmo de la actualidad y no del conocimiento, hubo un volantazo y las mentes preclaras de la izquierda divinity se ocuparon con su intensidad proverbial de aquellas formas de violencia que habían menospreciado antes. Tal vez porque eran asunto del Código Penal y no se podía organizar el gran espectáculo de componer una ley exclusivamente dedicada a combatirlas. Es una especialidad socialista hacer leyes pioneras que colocan a España en la vanguardia y demás fanfarria patriotera que al PSOE le encanta tocar cuando gobierna para demostrar lo mucho que moderniza el país y lo paletos que somos sin ellos gobernando.

Por los vericuetos llegamos al callejón. Al de Errejón, que es un poco el del Gato. A esa calle en la que una mujer sola, deducimos que joven, suponemos que de noche, camina hacia su casa con miedo. Pero no miedo a que la atraquen, que es lo que se solía temer en esas circunstancias en el Madrid de los años noventa, por ejemplo. El miedo de la mujer de la parábola de Errejón es miedo a que la violen. Y ese miedo lo tiene que tener porque en las calles hay hombres y porque los hombres violan. Sería bueno saber si Errejón conoce los datos. Si sabe cuántas violaciones se han cometido, en 2018, por ejemplo, en la Comunidad que quiere presidir. Y si con ese dato -que yo no le daré; que lo busque- puede sustentar su llamamiento al miedo. Porque es un llamamiento al miedo.

Cierto. En nada le consuela la estadística a una víctima. Ni debe. La estadística no está para relativizar moralmente. Sólo debe procurarnos un cuadro real del riesgo. Para actuar en consecuencia. Sin embargo, lo que está ocurriendo es que los datos se sustituyen por los casos. Así hemos pasado en España, de un día para el otro, de una percepción de que el riesgo de violación era bajo a la percepción de que es terriblemente alto. Ese cambio repentino fue a raíz del caso de La Manada. Desde entonces, el miedo campa a sus anchas. Se difunde que hay que tener miedo y se tiene miedo. La histeria, a la que el candidato ha dado voz, se ha confabulado para que las mujeres tengan miedo. Para que ese miedo sea el testimonio de la maldad innata del hombre. Para que las mujeres quieran protectores. Unos protectores que son los que meten miedo. ¿Qué protección promete Errejón?

Nunca es imposible conseguir el efecto opuesto al deseado. Se puede querer el empoderamiento de las mujeres y lograr que tengan miedo, se sientan débiles, y en lugar de más autonomía quieran más y más tutela y protección. Pero no está escrito que ese sea un efecto indeseado. Esta histeria no es puramente irracional. Hay quien se fortalece con el miedo que debilita.

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