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Cristina Losada

Fin de las restricciones

Fue la política la que decidió y es la política la que ahora tiene que decidir si hay que transitar –y cuándo– de lo epidémico a lo endémico.

Fue la política la que decidió y es la política la que ahora tiene que decidir si hay que transitar –y cuándo– de lo epidémico a lo endémico.
Jóvenes con mascarilla en Londres | EFE

La noticia más importante sobre la epidemia se acaba de dar en Londres. Consiste en el fin de las restricciones. De todas. La epidemia ha sido noticia durante dos años, y siempre mala o muy mala. Hasta ahora, cualquier buena noticia relacionada con la epidemia, incluida la magnífica de que había vacunas, era contrarrestada en un plazo relativamente breve por la aparición de alguna nueva variante y una nueva ola de contagios con las conocidas consecuencias. Este encadenamiento de malas noticias había conseguido que pocos esperasen que llegara alguna vez el momento en que se pudiera dar al virus no por vencido, como dijeron ufanos ciertos guerreros de ocasión, pero sí por controlado.

La noticia que se ha dado en Londres es, en nuestro entorno, la que mejor refleja que ese momento, después de todo, ha llegado o está a punto. El momento se puede describir como aquél en que el virus deja de controlar estrecha y dictatorialmente nuestras vidas, al no poder causar tanto daño y tanta muerte como antes. En el Reino Unido consideran que es posible regresar, dentro de unos días, a la vieja normalidad de siempre, sin más restricciones y precauciones que aquellas que quiera tomar cada cual. Las obligaciones por ley que existían, como la de usar mascarilla, se van a sustituir por recomendaciones, "porque el coronavirus es endémico", dijo el primer ministro. Desde marzo, no habrá tampoco obligación de aislarse: "No obligamos a nadie por ley a aislarse cuando tiene la gripe".

El único y principal problema de esta buena noticia es quién la ha dado. Sí, Boris Johnson. Y no cualquier Boris Johnson, sino el Boris Johnson más asediado por el escándalo, más reprobado por su partido y más presionado para que dimita. Si ciertos vaivenes de la gestión epidémica de Johnson se han atribuido a la presión de sectores de su partido, este anuncio del fin de las restricciones va a estar, naturalmente, bajo sospecha. ¿Y si no tiene nada que ver con lo que dice la ciencia –como diría Sánchez– y es un intento de recuperar el favor popular cuando se encuentra en situación agónica? Para los que hacen estas cábalas, lo popular es, como dijeron por lo de Madrid, el libertinaje.

La sospecha puede tener fundamento. No es imposible que Johnson haya hecho este anuncio con la intención de recuperar algo de terreno. Pero los gobernantes que, a lo largo de la pandemia, han tomado decisiones sin tener en cuenta su oportunidad política o no existen o se han de contar con los dedos de la mano. La idea de que los Gobiernos se han limitado a traducir al lenguaje político los dictados de la ciencia, así reducida a bloque unánime, es una idea equivocada y absurda. Hemos visto, incluso, que los que más decían ser meros siervos de la ciencia eran los que más política introducían en las decisiones. Todas las medidas que se han adoptado frente a la epidemia, sin excepción, pasaron por el torno de la política. En todas, la responsabilidad es de los gobernantes. Como tiene que ser: no se elige en las urnas a los expertos. Fue la política la que decidió y es la política la que ahora tiene que decidir si hay que transitar –y cuándo– de lo epidémico a lo endémico.

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