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Cristina Losada

Franco en el Parlamento andaluz

Cómo no van a estar tristes, si pierden el control de una gran agencia de colocación y de reparto de favores y dinero.

Cómo no van a estar tristes, si pierden el control de una gran agencia de colocación y de reparto de favores y dinero.

"El fin del mundo ha llegado. Arrepiéntanse los pecadores PP y Ciudadanos. Han pactado con el demonio y ahora Lucifer está dentro del parlamento andaluz. SOS". Este es el texto aproximado del telegrama que está enviando el PSOE urbi et orbi. Está dirigido a los españoles, siempre discutidos y discutibles, a los europeos que son la solución, al grupo ALDE de la Eurocámara y a tantos más. Hasta se ha detectado un envío, finalmente cancelado, al presidente Trump en el que solicitaban una intervención militar inmediata contra el fascismo: ese que ha entrado en forma de un secretario de la Mesa. El fin del dominio socialista en Andalucía es para el PSOE un acontecimiento igual de terrorífico (o más) que el fin del mundo.

Los anuncios socialistas del Apocalipsis son desgarradores. Corre uno el riesgo de descuajaringarse de risa. Para hacerlo rular por Twitter han acuñado el hashtag #PactoDeLaVergüenza. Y sí que da un poco de vergüenza, pero ajena. Porque un partido que está en el Gobierno de España gracias a acuerdos con fuerzas como EH-Bildu y los coautores del golpe separatista debería evitar cuidadosamente cualquier ocasión de que se recuerde con quién pactó su moción de censura hace unos meses. En especial en Andalucía, donde los votantes no premiaron precisamente los amistosos gestos dialogantes del Gobierno Sánchez hacia los separatistas catalanes.

La "alerta antifascista", aquello que declararon los de Podemos la noche misma de las elecciones andaluzas, semeja una iniciativa moderada una vez vistas las proclamas que están lanzando dirigentes y ministros socialistas. No sólo predicen que "Ciudadanos y PSOE pasarán a la historia por abrir la puerta a la extrema derecha en Andalucía", sino que afirman que a partir de este momento "ignominioso" (calificativo de la ministra de Hacienda) las tinieblas se extenderán de tal manera que se dejarán de ver los colores: "Qué triste volver al blanco y negro con tal de ocupar un sillón". Y es verdad que la vida del socialismo andaluz tendrá ahora menos colorido y viveza. Cómo no van a estar tristes, si pierden el control de una gran agencia de colocación y de reparto de favores y dinero.

El final de su largo reinado despótico en Andalucía es un cataclismo para el PSOE: así lo dice y lo confirma su alarmismo. Se queja el Gobierno Sánchez de la radicalidad de la oposición que le hacen PP y Ciudadanos, pero está retransmitiendo la pérdida de Andalucía como si allí se hubiera dado un golpe de Estado. Es más: con un tono de alarma más subido que el que pusieron cuando el golpe de Estado en Cataluña. Tan subido que a algunos socialistas relevantes se les ha subido a la cabeza algo más que el tono y han visto a Franco. Es verdad que Franco está en todas partes últimamente, pero ahora lo han visto en el parlamento andaluz. Pactando como si tal cosa con el PP y Ciudadanos. La visión más nítida la ha tenido el diputado Rafael Simancas, que la cuenta así:

Lo cierto es que hace 43 años, en 1975, murió Franco, y el franquismo y la dictadura se encaminaron hacia su final. En ese final, en el tránsito a la democracia, sectores y personalidades del régimen franquista hablaron y llegaron a acuerdos con partidos como el PCE y el PSOE. Si de pactos con franquistas hablamos, el que sabe del asunto, porque los hizo, es Felipe González. Pero hoy no hay más franquistas que los que ha conseguido convocar últimamente Pedro Sánchez al Valle de los Caídos. Claro que si los socialistas se empeñan en que los haya, pueden hacer –¿por qué no?– la oposición al franquismo que apenas hicieron cuando el franquismo existía.

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