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Cristina Losada

Franco resucita en el 'Wall Street Journal'

Para calibrar el extremismo de derechas que hay en España, conviene cruzar los Pirineos.

Para calibrar el extremismo de derechas que hay en España, conviene cruzar los Pirineos.

España tiene muchos problemas y la demagogia populista es el pan de cada día, pero tal situación no ha cristalizado en un auge de partidos de la extrema derecha, como sí ha sucedido en otros países europeos. De ahí la extravagancia de un reciente reportaje del Wall Street Journal, según el cual ya tenemos en España un movimiento ultra y, más en concreto, franquista, de considerable entidad, que vuelve a poner sobre la mesa, tan fatigada ella de este asunto, el legado de la dictadura.

Para calibrar el extremismo de derechas que hay en España, conviene cruzar los Pirineos. Podríamos seguir viaje, pero quedémonos en la República Francesa, cuna de la Ilustración. Allí el Frente Nacional tiene representación parlamentaria desde hace años, llegó a la segunda vuelta de unas presidenciales y ahora, con Marine Le Pen, se dirige hacia una victoria en las elecciones europeas. En España, el mayor logro electoral de los ultras se reduce a un escaño obtenido en las elecciones de 1979; el que logró Blas Piñar, con Fuerza Nueva. Y eso fue en sus buenos tiempos, cuando aún podían reunir a 30.000 personas en la misa convocada por Falange en el Valle de los Caídos, como sucedió el 20-N de 1980.

El diagnóstico del WSJ se funda en las fotos de unos tarados con el brazo en alto, el asalto a la librería Blanquerna, ciertas pintadas y algunos incidentes xenófobos, pero sobre todo en una idea: la idea de que el pacto de olvido conduce al resurgimiento del pasado. Así lo dice en el reportaje Emilio Silva, presidente de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica:

La consecuencia de no reconocer esos crímenes (los del franquismo) es que estamos viendo una generación de gente joven que no sabe la verdad.

De ser cierto lo que dice Silva, eso es un reconocimiento palmario del fracaso de la política la memoria histórica del anterior Gobierno. Olvida Silva, como el WSJ, que en España hemos estado los ocho años de mandato de Zapatero hablando sin parar de Franco y de sus crímenes. Que en 2007 se aprobó la Ley de Memoria Histórica tras mucho debate, que se han buscado y retirado placas, escudos y estatuas, y que se le han dedicado al tema innúmeros reportajes en la prensa y la tele. Entonces, todo eso, ¿no ha sacado de la ignorancia sobre el franquismo a la juventud, que se hace franquista porque no sabe? Tanta obsesión con Franco, tanto antifranquismo retrospectivo, ¿y resulta que no ha servido para nada?

Vayamos a Alemania, donde no se puede decir bajo ningún concepto que hubiera un pacto de olvido sobre el pasado nazi. Al revés. Los escolares son instruidos en los horrores del nazismo y hacen excursiones a los campos de concentración, las autoridades rinden homenaje a las víctimas del Holocausto, en las calles hay memoriales y monumentos que recuerdan el terror del Tercer Reich. Pues bien, ahí están los neonazis y su partido, el NPD. Tiene representación en varios Parlamentos regionales, y donde dispone de más apoyo es, ¡ay!, en zonas de la antigua RDA comunista. Ni el pacto de olvido ni el constante recuerdo garantizan nada. Pero lo que es evidente, salvo para imaginaciones ancladas en la España de la guerra y la dictadura, es que aquí el extremismo de derechas, ese del brazo en alto, continúa siendo insignificante.

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