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Cristina Losada

La ciencia que escucha el ministro

Salvador Illa prefiere no hablar de la 'ciencia' de la desescalada. De la 'ciencia' de confinar Madrid tampoco habla el ministro lo suficiente.

Salvador Illa prefiere no hablar de la 'ciencia' de la desescalada. De la 'ciencia' de confinar Madrid tampoco habla el ministro lo suficiente.
El ministro de Sanidad, Salvador Illa. | EFE

El ministro de Sanidad pidió el otro día al Gobierno de la Comunidad de Madrid que escuche a la ciencia, que es una manera de decir que ese Gobierno no la escucha y él sí. Yo hubiera preferido que fuera más abierto y acusara claramente a Madrid de afrontar la epidemia no en base a la ciencia, sino a la magia negra, por ejemplo. Pero de los golpes directos ya se encarga otro personal, de modo que el ministro puede quedarse en lo implícito. Hay algo, no obstante, que debería explicitar. Lo mínimo, tampoco hay que pasarse. La cuestión es cuál es su ciencia.

La ciencia a la que escucha el ministro llega con algunos precedentes. En su día le dijo que íbamos a tener en España, como mucho, unos cuantos casos. Luego le dijo que las mascarillas eran innecesarias y prácticamente inútiles para los que no estuvieran contagiados. Después, le fue diciendo que las comunidades autónomas cumplían todas las condiciones que tenían que cumplir para levantar las restricciones, incluida la capacidad de detección, por lo que se dio luz verde y todo parecía controlado. Creo que ahora el ministro prefiere no hablar de la ciencia de la desescalada.

De la ciencia de confinar Madrid tampoco habla el ministro lo suficiente. Y tendría, porque es natural que surjan dudas. Resulta que la ciencia a la que escucha le dijo un día que no era necesario confinar Madrid y a todo el mundo le pareció bien, menos a los que ya clamaban por cerrar la capital entera alegando segregación y clasismo. Pero es que dos días después la ciencia le dijo al ministro que sí, que había que confinar la ciudad o la comunidad completas, tal como querían los que clamaban.

Más raro. El día que no era necesario confinar Madrid, la ciencia le había dicho que convenía limitar al máximo la movilidad con una incidencia superior a 700 casos por 100.000 habitantes en 14 días. Sin embargo, a las cuarenta y ocho horas, la misma ciencia bajó la ratio a 500 casos. Y todo este vaivén sucedió sin que mediara palabra. Sin que se diera noticia, es decir, de radicales cambios en la situación de la epidemia.

No digo que no haya ciencia en esto. La hay, seguro, aunque sólo sea metáfora. Pero ignoramos, para empezar, si los cambiantes criterios provienen de los técnicos de su ministerio o del comité científico con el que no se ha reunido desde julio. Así las cosas, cualquiera puede pensar, sin ser malpensado, que el ministro una veces escucha a la ciencia y otras a los intereses políticos. Sin cómo ni porqué, lo único visible es el para qué. Político.

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