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Cristina Losada

La domesticación de Podemos

El proyecto de Errejón es un proyecto de domesticación: ya que no se puede acabar con Podemos, a ver si el tigre se transforma en gatito.

El proyecto de Errejón es un proyecto de domesticación: ya que no se puede acabar con Podemos, a ver si el tigre se transforma en gatito.
EFE

A Iglesias y Errejón se los ha encasillado en el papel de pareja complementaria. Pareja de opuestos, en el que uno representa el corazón y otro el cerebro, uno es el carismático y otro el teórico, y uno sería el político y otro el científico. Sin embargo, aunque resulte atractivo para la prensa, tanto de cara al público como por pura necesidad –algo hay que inventarse, y que sea sexy, como solía decirme una periodista veterana–, ese retrato de la pareja de opuestos que se complementan tiene poco que ver con la realidad. Lo que sí se puede decir con seguridad es que Iglesias es más político que su antiguo amigo. Pero no ha pretendido ser menos teórico. Y, por ahora, no hemos encontrado a Iglesias ningún texto publicado en el que se viera que no sabía qué era la suma cero.

Ni Errejón es el gran visionario del populismo como palanca política, ni Iglesias el miope que hace virar a Podemos de la exitosa ruta populista hacia el destino marginal de Izquierda Unida. No es que uno sea populista por convicción y el otro un izquierdista convencional. Los dos son marxistas o postmarxistas convencidos y populistas por estrategia. Iglesias tiene claro, desde el principio, que Podemos debía trascender el eje izquierda-derecha y alejarse del lenguaje y las formas de la extrema izquierda de toda la vida, para capitalizar una crisis que, tal como pensaron erróneamente, era una crisis de régimen. Claro que una cosa es lo que quieres y otra lo que ocurre. Pero es llamativamente contradictorio que los que vislumbran una auténtica alma populista en Errejón tiendan a verlo como un socialdemócrata. O lo uno o lo otro.

Ahora que Errejón ha decidido competir con otra marca contra sus antiguos compañeros de partido, su retrato como genio teórico y cerebrín de Podemos resulta útil. Útil para él. Útil para los socialistas, que van a promocionar esta escisión. Pero es el único útil que hay. Es el único relato que se puede fabricar sobre Errejón para intentar que lo suyo tenga gancho. Para tratar de distanciarlo de lo que es realmente ese Más País que se han sacado de la manga. Dicho de paso: Si Errejón fuera un populista comme il faut, le hubiera llamado Más España. Pero a esa heterodoxia no se han atrevido ni Iglesias ni él. Sencillamente no pueden; va contra su religión.

Los de Más-lo-que-sea dirán y dicen que se presentan para combatir la abstención. ¡Menudo combate! Dirán y dicen que se presentan para que haya, por encima de todo, un Gobierno progresista. O sea, para votar a favor de la investidura de Sánchez. El problema de todo esto es que apunta en mala dirección. Indica que el proyecto de Errejón es un proyecto de domesticación: ya que no se puede acabar con Podemos, a ver si el tigre se transforma en gatito. Cuanto más se vea así, menos posibilidades tendrá el genio. Cuanto más aparezca como hombre de moda y a la moda, como miembro de una pandilla de pijiprogres de Madrid, menos podrá hacerle sombra al coleta, cada vez más desaliñado, que se compraba las camisas en Alcampo. Aunque no las compre ahí y lo que se ha comprado es un chaletazo, Iglesias sigue dando el perfil del indomesticable.

Tanto cuida Iglesias ese perfil, que lo ha recalcado con su negativa a investir a Sánchez. Una negativa que se enraiza en su experiencia durante la puesta en marcha de Podemos. Cuando intentaron llegar a acuerdos con otros sectores de la izquierda y no fue posible. "Gracias a que no nos entendimos pudimos volar alto y con comodidad", escribe sobre aquello. Su experiencia es que no entenderse con aquellos con los que, en teoría, debería entenderse es un acierto. Pero el asunto es este: si la confrontación entre Iglesias y Errejón se encasilla como el duelo entre un tigre indómito y un gatito que ronronea con la caricia socialista, no hay duda de quién va a ganarlo.

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