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Cristina Losada

La eutanasia resucita

Los defensores de la eutanasia, al poner como inspirador, profeta y guía al doctor Montes, revelan que les preocupan muy poco las garantías.

Los defensores de la eutanasia, al poner como inspirador, profeta y guía al doctor Montes, revelan que les preocupan muy poco las garantías.
El recientemente fallecido Dr. Montes | Twitter Podemos Ganar Madrid

Las propuestas para legalizar la eutanasia y el suicidio asistido se acumulan sobre la mesa del Parlamento. Una es de los socialistas, en los que no representa novedad. Fue un punto del programa de gobierno de Zapatero que se quedó sin aplicar. El tema no lo quieren dejar morir: lo resucitan. Ellos sabrán el porqué de interés tan duradero en legalizar con rango de derecho algo que sólo es legal en pocos países de nuestro entorno. En los debates que se han hecho en el Congreso, los partidarios de la eutanasia la han defendido como una urgente necesidad que es obligado satisfacer por puro humanitarismo. Pero en ninguno se ha detectado siquiera el inicio de una reflexión sobre los posibles efectos indeseados de una ley como la que proponen y cómo evitarlos. Esto es, cómo evitar los abusos de una norma que se dicta en nombre de la autonomía del individuo, pero que tiene como ejecutor necesario el sistema sanitario. Y un abuso, en este asunto, es irreversible.

Muy oportuno para mi argumento es que en el último de los debates, al presentarse una proposición de ley que viene del Parlamento catalán, saliera a relucir el nombre del anestesista Luis Montes. Ya a raíz de su reciente fallecimiento se cantaron de nuevo loas y elogios, como si Montes hubiera sido un benefactor de la humanidad al que se acusó sucia e injustamente de homicidios y mala praxis durante su etapa como jefe de Urgencias del hospital Severo Ochoa. En su día escribí un libro sobre aquello: Morfina roja. Allí están los hechos y los datos. Y está, sobre todo, la constatación de que los intereses políticos, la ideología y la fabricación de un enemigo ideológico -"los que quieren que se muera con dolor"- pueden sepultar no ya la verdad de lo ocurrido, sino la propia búsqueda: la investigación.

Aquel fue un caso ilustrativo de la dificultad de evitar irregularidades y abusos. Y eso que sucedió en un ámbito limitado. El procedimiento en cuestión era la sedación terminal, que es legal, y no debe de confundirse con la eutanasia. Pero era insólito administrar tantas sedaciones terminales en Urgencias. Era insólito que, por norma, no se ingresara a unos pacientes terminales en planta y en cuidados paliativos. Eran insólitas las dosis de las sedaciones. Era insólito no justificar adecuadamente su uso. Era insólita la ausencia de consentimiento en muchos casos. Era insólito el aumento de la mortalidad en aquellas Urgencias. Y, sin embargo, los gestores hospitalarios y de la Sanidad autonómica fueron incapaces de detectar con prontitud esos datos insólitos y aún más de obrar en consecuencia. Cuando el asunto salió a la luz, al interponer denuncia la Asociación de Víctimas de Negligencias Sanitarias, todo aquello ya había ocurrido. Lo que empezó fue la pelea política. Y, con ella, una inmensa falsificación propagandística.

Los defensores de la eutanasia, al poner como inspirador, profeta y guía al doctor Montes, revelan que les preocupan muy poco las garantías. Que no está entre sus objetivos el de cerrar la puerta a interpretaciones abusivas y a consentimientos viciados. La propuesta socialista que se ha dado a conocer, lejos de cerrarla, la abre. Es lo suficientemente ambigua. Tampoco toman en consideración los proponentes otros efectos indeseados de la legalización de la eutanasia y el suicidio asistido. Uno de los que se ha observado es la relegación de los cuidados paliativos. El sistema sanitario tenderá a favorecer la eutanasia sobre los cuidados paliativos. Cuestión de economía. Es asombroso que quienes dicen querer evitar el sufrimiento no se ocupen, sobre todo, de extender los cuidados paliativos, de asegurar que los reciben los que los necesitan. Pero su prioridad no es esa, sino la otra.

Hay todo un lobby proeutanasia, aquí y en otros países. El movimiento a favor de la eutanasia volvió a tomar impulso en los años sesenta después de un período de perfil bajo, debido a los horrores perpetrado por el nazismo: la eutanasia de enfermos hospitalizados, niños incluidos, fue el primer programa de exterminio que realizaron los nazis. Olvidado aquello o alejado en el tiempo, la eutanasia regresó a escena, y lo hizo además como una causa progresista. Sus partidarios de hoy suelen basarse en casos muy publicitados de personas en situaciones límite. A la vista de ellos, el sentir general se inclina a favor de legalizar la eutanasia. Pero de las consecuencias indeseadas que puede acarrear esa legalización nada dicen los partidarios. Los que proponen legalizarla en España, ¿las ignoran o las ocultan?

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