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Cristina Losada

La mano blanda del PP

De un partido que se enorgullecía de un historial mucho más limpio que el del PSOE y enarbolaba la bandera de la regeneración, se espera que averigüe cómo ha podido mantener tanto tiempo a gentes corruptas en su seno.

En Génova 13 respiran aliviados porque no estalló la tormenta perfecta. La apertura del sumario Gürtel no destapa escándalos nuevos ni ofrece pruebas de financiación ilegal. Tal es el mensaje que transmiten los dirigentes de la casa. Desde luego que aún podía ser peor y más en coincidencia con el espectáculo de Matas. Sin embargo, nada de eso quita un ápice de gravedad a la conducta de un número significativo de altos cargos del Partido Popular. Y tampoco justifica la blandura y la inconsecuencia de Rajoy y compañía ante una podredumbre crecida a la sombra de su organización y extendida en el tiempo y en el espacio.

Entregado al  dolce far niente o a hacer lo menos posible, aferrado al deseo de no añadir certeza a lo probable, no ha sido capaz el PP de apartar a todos los sospechosos de haberse enriquecido a costa del erario. La necesaria cuarentena ha sido parcial. Así, Luis Bárcenas dejó de ser tesorero, pero el posible intermediario entre la mafia engominada y los aspirantes a nouveau riche con mando en plaza, permanece bajo el cielo protector de Génova. ¿Cómo no va a deslizar el PSOE que ese trato obedece a un pacto de silencio? ¿No lo haría el PP, y con razón, si fueran los de Ferraz los salpicados? Los ninis de la derecha, que ahora callan o desvían la atención, no dejarían pasar esa oportunidad de oro. 

Ante indicios verosímiles de un tráfico de comisiones, sobornos y regalos, un partido ha de preguntarse qué ha fallado en sus mecanismos de control. Máxime cuando no fue cosa de unos meses, sino de nueve años. Y cuando el botín que se repartió al estilo de los piratas del Caribe, asciende a la cantidad de 26 millones de euros. Nada despreciable. ¿Cómo ha sido? De un partido que se enorgullecía de un historial mucho más limpio que el del PSOE y enarbolaba la bandera de la regeneración, se espera que averigüe cómo ha podido mantener tanto tiempo a gentes corruptas en su seno. Una investigación que, de hacerse seriamente, llevaría al epicentro del desastre: la partitocracia, el voto de obediencia, la selección negativa. Y poco importa que Gürtel vaya a tener o no impacto electoral. Si las decisiones de un partido respecto a la corrupción se toman de acuerdo a esa clase de cálculos, apaga y vámonos.

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