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Cristina Losada

La matanza del zerdo

Si hubieran recurrido a la sagrada libertad de expresión para absolver al grupo, sería discutible, pero menos ridículo y afrentoso.

Una Sala de la Audiencia Nacional acaba de llegar a la conclusión de que celebrar el despanzurramiento de chivatos de la policía roza el delito de apología del terrorismo, pero no lo comete. A partir de ahora ya saben los soplones que no gozarán de la consideración de víctimas del terrorismo ni del respeto a ellas debido en el caso de que salgan volando en pedazos por efecto de algún bulto raro bajo su coche, como narran las inspiradas letrillas del grupo Soziedad Alkoholika. Los magistrados han trazado tal principio después de haberlas leído con la guía y ayuda de sus autores, quienes en presencia de la autoridad judicial y ante la amenaza de cárcel, se envainaron las convicciones que con tanta claridad como kas y zetas expresan en sus temas, y como buenos chicos, juraron y perjuraron que para nada les mola, en general, la actividad destripadora de la ETA. Sólo les tienen tirria a los chivatos, ratas de cloaca que merecen, por lo visto, el mismo destino que el zerdo en otoño, pero por la vía de la dinamita.

Han razonado los magistrados que desear musicalmente que exploten los delatores no ensalza el terrorismo ni justifica las acciones de la banda ni supone desprecio alguno a las víctimas del terrorismo y ello por una sola razón: no se refieren a un policía, sino a un soplón de la policía. Lo dicho. Bueno es saber que desde la judicatura se tiene en tan poca estima a aquellos que, en más de una ocasión, habrán evitado un atentado terrorista. Por no hablar de los infiltrados. Y suerte que los de S.A. no manejan los sinónimos y no les dio por referirse a los gorrinos, apelativo cariñoso con que los de ETA denominan a los socialistas. Menudo compromiso.

Pero el aspecto más ignominioso de esta sentencia es que ignora, y sólo puede ignorarse deliberadamente, que la categoría de "chivato" ha servido a ETA para justificar sus crímenes. El de Ramón Baglietto, por ejemplo. Tan cerca como en febrero pasado uno de sus asesinos lo decía con la sinceridad y el desparpajo que han evitado los miembros de S.A. en el juicio, ante la cámara oculta de Telecinco: "Era un chivato, ¿cómo me va a dar pena?". Lo mismo que dijeron de aquel empleado de una tienda de bicis de San Sebastián, padre de dos hijos, que recibió un tiro en la nuca en 1997. Y así de cientos. "Algo ha hecho" y "es un chivato" son los estribillos que desde hace décadas acompañan al asesinato terrorista en España. Lo sabe todo el mundo. No lo han querido saber estos togados.

Si hubieran recurrido a la sagrada libertad de expresión para absolver al grupo, sería discutible, pero menos ridículo y afrentoso. Sin embargo, conscientes de que aquella libertad tiene límites, han tenido que entrar en el pozo de las letras y limpiarlas con mucha agua y más jabón para acabar sacando de la ciénaga un producto tan grotesco como absurdo. Tanto que ni siquiera se dan por aludidos cuando dice la letrilla: "hueles a esclavo de la ley, zipaio, siervo del rey (…) explota zerdo". Claro que hay magistrados que no se consideran esclavos de la ley, sino amos de la misma para hacer con ella lo que les venga en gana. A esa clase deben de pertenecer éstos. Como también los que ahora aducen que no está probado que las herriko tabernas formen parte del entramado de ETA. Ah, claro, son locales dedicados a la tradicional y noble labor de financiar y celebrar, si llega el caso, la matanza del puerco.

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