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Cristina Losada

La orquídea de Iglesias

Un buen resultado en el gran escaparate madrileño, y en directa confrontación con Ayuso, el nuevo coco de la izquierda, quizá le permita remontar a nivel nacional. 

Un buen resultado en el gran escaparate madrileño, y en directa confrontación con Ayuso, el nuevo coco de la izquierda, quizá le permita remontar a nivel nacional. 
Pablo Iglesias. | Libertad Digital

A Salvador Illa le ha salido imitador. Hay, no obstante, alguna interesante diferencia con la salida de Iglesias del Gobierno. Illa no era el líder del partido y su regreso a la política catalana estaba previsto. Lo de Iglesias es una decisión de última hora que se ha tomado una vez resuelta la incógnita de a quién iban a presentar los socialistas como cabeza de cartel. Visto que el candidato vuelve a ser Gabilondo, Iglesias ha decidido internarse en la política autonómica. Aprovechando la debilidad de la candidatura socialista, quiere cambiar, con un éxito en Madrid, la tendencia declinante de Podemos a nivel nacional. 

Iglesias abandona un Gobierno del que se desmarcaba constantemente. La razón de ese desmarque no puede ser otra que la constatación, probada en urnas autonómicas sucesivas, de que el partido no ha extraído beneficio electoral de su presencia en el Gobierno de la Nación. Como mínimo, no ha frenado su declive. La pretensión de Iglesias de marcar perfil propio, radicalizando más su discurso, igual que su abierto apoyo al separatismo del 1-O con el voto en el Parlamento Europeo a favor de Puigdemont, han provocado tensiones con su socio. Aunque no llegara la sangre al río, la conflictividad interna es causa de deterioro. Para el Gobierno, pero también para Iglesias. Los seguidores atraídos, en su día, por la demagogia y la retórica antisistema del podemita podían preguntarse qué hacía allí, aparte de llevarse un sueldo para pagar el chalet. 

Uniendo el declive general de Podemos y la débil candidatura socialista en Madrid se encuentra, al menos, cierta lógica política en este golpe de efecto. En las autonómicas madrileñas, Iglesias puede aspirar a concentrar el voto de la izquierda radical e incluso a superar al Partido Socialista. Un buen resultado en el gran escaparate madrileño, y en directa confrontación con Ayuso, que es el nuevo coco de la izquierda, quizá le permita remontar a nivel nacional. 

Naturalmente, Iglesias no expuso estos cálculos cuando destapó la sorpresa. Se presentó como el héroe salvador que renuncia a la vida confortable para salvar a Madrid de la derecha criminal y la ultraderecha. ¡Y del trumpismo! El mismo trumpismo, en fin, del que ha copiado lo del “Estado profundo” (deep State) para significar que hay tremendos poderes en la sombra que han puesto zancadillas a su noble labor en el Gobierno. Esa noble labor la ha recordado, malévolo, el presidente Sánchez, al declarar que le había felicitado por su trabajo en las residencias de mayores durante la pandemia. 

La escenografía del vídeo de Iglesias era más veraz que sus palabras. Había allí una bandera de España, que, aunque matizada con otra de la UE, representa una concesión al espacio electoral donde va a competir: en Madrid, la cosa plurinacional no mueve voluntades. Y había una orquídea sin flor y con pocas hojas, que hacía pensar en los tiempos en que debió de estar florecida y pujante. Abono y riego necesita Podemos, y cree su líder que los va a obtener en Madrid. Sánchez le ha deseado suerte.     

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