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Cristina Losada

La sentencia, Feijóo y los necios

Habrá quien crea que la manipulación ha sido intencionada, un juego sucio del Gobierno autonómico. De un Feijóo dispuesto a falsear el contenido de una sentencia del Supremo. Pero nunca se debería subestimar el número de necios existente.

Se piensa más en la maldad que en la estupidez. Sobre todo, cuando de política se trata. Como si la política no tuviera, y bien cubierta, su cuota de tontos. Pero no conviene menospreciar ese factor humano en el desarrollo de episodios como el siguiente. Un periódico gallego publicaba el martes que el Tribunal Supremo "rechaza que los padres puedan escoger el idioma en que estudian sus hijos". Al momento, repicaban la nueva otros diarios y, cómo no, la autonómica tele. Unos con alegría evidente, otros con indignación resignada. De los altos tribunales ya se espera cualquier cosa.

La noticia aseguraba que el Supremo había desestimado, en aquellos términos inequívocos, el recurso de un padre vigués que deseaba para su hijo una educación primaria en español. El fallo decía, por lo visto, que el derecho a ser instruido en el idioma que cada uno elija conduce a "resultados absurdos". Y añadía que la decisión sobre la lengua vehicular corresponde en exclusiva al Gobierno. Todo ello provocó el júbilo de los partidos del parlamento gallego. Se felicitaron por la decisión el nacionalista Lobeira, el socialista Cerviño y el popular Ruiz Rivas. Vale. Pueden darse la enhorabuena, si quieren, pero sólo por su soberana incapacidad para entender lo que escriben los jueces.

Aclaremos el enigma: esa sentencia no se pronuncia sobre el derecho de elección de idioma. El recurso no ha sido admitido por "defectuosidad técnica". Y todos y cada uno de los entrecomillados que aparecieron atribuidos al cacumen del Supremo corresponden a la sentencia sobre el caso que emitió el Tribunal Superior de Galicia en 2007. Han puesto en boca del Supremo los argumentos del TSJG, cuando aquel se limitaba a reproducirlos. Ni los avalaba ni los rebatía. Sólo daba cuenta de ellos.

Supongamos. La otra parte concernida por la sentencia era la Xunta de Galicia. Ahí se recibió. Ahí, algún cráneo privilegiado debió de echarle una ojeada, confundir churras con merinas y pensar, ay, que tenía en sus manos un torpedo contra quienes reclaman libertad de idioma. Manos a la obra, que el tonto no descansa, la filtró a su manera a un diario que cayó, de bruces, y tal vez, contento, en la trampa para elefantes. Habrá, no obstante, quien crea que la manipulación ha sido intencionada, un juego sucio del Gobierno autonómico. De un Feijóo dispuesto a falsear el contenido de una sentencia del Supremo a fin de justificar el incumplimiento de promesas electorales. Pero nunca se debería subestimar el número de necios existente. Y, ojo, tampoco el de nacios.

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