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Cristina Losada

Lágrimas de carbón

Qué son los datos ante la imagen del minero, no el real, al que no conocen, sino el minero mítico, el arquetipo proletario de los posters del realismo socialista.

Qué tendrá el carbón para que suscite tanta ovación solidaria y tanta lágrima de cocodrilo. Diputados y diputadas, senadores y senadoras, compiten por exhibirse en fraternal abrazo con la mina, como si conocieran de primera mano el duro trabajo de los picadores, y desconocieran, en cambio, su propio trabajo. Como representantes políticos son perfectamente conscientes de la inevitabilidad del proceso de cierre de las minas que se ha acordado con Europa. Saben también, y de lo contrario no merecen un escaño, que ha habido cuatro planes de reconversión en los que se han invertido 24.000 millones de euros, y que se ha ido compensando con prejubilaciones a los trabajadores de un sector que dejó de ser competitivo hace mucho tiempo. Pero qué son los datos ante la imagen del minero, no el real, al que no conocen, sino el minero mítico, sacrificado y luchador, el arquetipo proletario de los posters del "realismo socialista".

Por el valor sentimental que tiene aquella figura ficticia entre una izquierda de cuello blanco, y aún más entre una gauche caviar que no ha visto a un obrero en su vida, están cantando "Santa Bárbara bendita" los diputados y diputadas socialistas. Igual que impostaron biografías antifranquistas, interpretan ahora el "mira cómo vengo yo" como signo de hermandad con una clase obrera salida de la imagen coral de Novecento. Hay que justificar de algún modo esa "o" de obrero que adorna las siglas, y qué mejor oportunidad que aprovechar a los mineros, que disponen de canciones y aureola guerrera. No habría manera de hacer una performance de esta clase con los empleados de supermercado, pongamos, ni de cualquier otro oficio prosaico. Ni siquiera a los de la constru, con lo que fue, los veremos montar el show en el Congreso y en el Senado bajo la batuta del partido. Ellos no tienen leyenda. Ya no.

Mantener vivo el carbón significa, en realidad, mantener viva la memoria sentimental que se ha fabricado nuestra izquierda, y eso, como se ha demostrado, tiene gran importancia política. Así, se da la paradoja de que los trabajadores de un sector subvencionado resulten, en el retablo socialista, los trabajadores por antonomasia. Aunque visto desde el socialismo, no hay seguramente paradoja. Qué le vamos a hacer. Mientras la socialdemocracia europea busca, mal que bien, un relato para salir de la crisis, el PSOE sólo trabaja, en punto a narrativa, el más sensiblero de los melodramas.

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