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Cristina Losada

Las urnas silenciosas

Hay, desde luego, una lógica en esta ilógica. La lógica de la ocultación de la derrota. Los socialistas optan por declarar mudas a las urnas que no les han sido propicias.

Hubo tiempos en que las urnas se rompían, se robaban o se cambiaban, y todo ello para evitar que hablaran. Pero aquellas prácticas, además de ilegales, eran por completo absurdas según comprendemos ahora con retraso. Innecesarias. Pues de acuerdo a la doctrina más reciente del partido gobernante en España, las urnas son silenciosas por naturaleza. Nada dicen, todo callan. Herméticas son las papeletas que en ellas se acumulan. Su mensaje es misterioso más allá de la fruslería de los resultados y, por tanto, nadie debe entregarse a interpretar algo que, en esencia, resulta inaccesible al entendimiento humano.

Con anterioridad a que los electores se pronuncien sí es lícito, sin embargo, realizar interpretaciones. Así, José Blanco, en el momento en que votaba en la ciudad de Lugo, proclamó que las europeas eran, en realidad, un referéndum sobre Rajoy. Un ser racional diría entonces que mutatis mutandis también constituían un plebiscito para Zapatero. Pero no. Erraría. Y la razón es simple: de domingo a lunes el significado de unas elecciones cambia. Aquello que el 7 de junio era un pronunciamiento trascendental sobre el líder del PP, se transforma un día después, según el mismo psoeciólogo, en una elección de eurodiputados irrelevante.

Nos jugábamos la suerte del planeta entre los malvados neocon y las angelicales fuerzas progresistas, pero el feliz propietario de un ático en Villa PSOE ha dicho que "no se pueden sacar consecuencias ni extrapolar resultados". Ante todo, no saquemos consecuencias. De extrapolar ya se encarga el propio Blanco. Ha anunciado que con una participación similar a las generales del 2008, el recuento del 7-J arroja un triunfo para su partido. ¿Es eso extrapolación? De ningún modo. Y no se busque rigor ni coherencia. Ya sentenció en su día Zapatero que "en política no hay ideas lógicas". De ahí que el presidente pueda afirmar que los ciudadanos saben muy bien lo que votan y, a la vez, considerar de todo punto imposible conocer sus intenciones. Por pudor, dice.

Hay, desde luego, una lógica en esta ilógica. La lógica de la ocultación de la derrota. Los socialistas optan por declarar mudas a las urnas que no les han sido propicias. Mientras del lado de los triunfadores, del PP, se incurre en el exceso contrario. En su caso, las urnas son tan parlanchinas que han ratificado nada menos que la estrategia de su Congreso de Valencia. Ver para creer. Y viceversa.

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