Menú
Cristina Losada

Los diagnósticos de los doctores Sánchez e Iglesias

En esta suerte de luna de miel que disfrutan el PSOE y Podemos no faltan gestos de cariño, aunque todos llevan bicho dentro.

En esta suerte de luna de miel que disfrutan el PSOE y Podemos no faltan gestos de cariño, aunque todos llevan bicho dentro.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias | EFE

En esta suerte de luna de miel que disfrutan el PSOE y Podemos no faltan gestos de cariño, aunque todos llevan bicho dentro. Es el suyo uno de esos cariños fingidos con los que se encubre una inquina de tomo y lomo. Son las dos estrellas que se aborrecen, pero tienen que quererse y alabarse en público, por el bien de la película que coprotagonizan. Los halagos van y vienen de una a otra diva, esto es, de los socialistas a los podemitas y viceversa, y una no sabe qué le da más dentera: si lo melosos que se ponen o el odio a muerte que se profesan. Para mí, que los de Podemos son más de hacer la pelota y los del PSOE, de dejarse querer manteniendo la distancia, pero igual me equivoco. También puede que cambien los papeles de un día para el otro.

Yo no quería entrar en los asuntos de la relación, pero hete aquí que ha vuelto a salir lo del diagnóstico. Que comparten diagnósticos. La portavoz Montero acaba de celebrar que los socialistas compartan "diagnósticos con nosotros". Podía haber dicho que Podemos celebra coincidir con el PSOE en el diagnóstico, pero en estas carantoñas y halagos está siempre, de fondo, el fragor de la batalla por el protagonismo. La verdad es que fue algo más generoso Pedro Sánchez, en su primera vez como secretario general, cuando dijo que "el diagnóstico lo comparto con ellos", refiriéndose a Podemos, aunque añadió: "Pero su solución es falsa". No importa tanto aquí cuál es el diagnóstico concreto. Lo que importa es subrayar que hay coincidencia. Coincidencia en diagnosticar los problemas de España. Ahí es nada.

En 1984, Laurent Fabius, que era primer ministro de Francia, levantó polvareda cuando dijo, en una entrevista en televisión, que Jean-Marie Le Pen, líder entonces del Frente Nacional, daba las respuestas equivocadas a las preguntas correctas. Esta idea de Fabius resucitó hace unos años, cuando partidos y movimientos populistas experimentaron una subida espectacular, que parecía imparable, en muchos países de Europa. Para no pocos analistas y políticos, los populistas hacían las preguntas correctas, aunque daban las respuestas erróneas. Les concedían que acertaban en el diagnóstico de los problemas, y les reprochaban que erraban al prescribir las soluciones.

Yo lo dudo mucho. No dudo de que yerren en las soluciones. Eso es seguro. Dudo de que acierten en el diagnóstico. Otra cosa es que el auge del populismo responda a problemas reales. Pero no puede analizarlos acertadamente porque su visión política es equivocada desde el principio. Lo característico del populismo no es el diagnóstico de los problemas, sino la fijación de la culpa. Lo que ha dado éxitos a los populistas no es plantear preguntas, sino expedir certezas. La certeza, en especial, de que basta eliminar a la élite o casta, y sustituirla por ellos, para que todo vaya sobre ruedas.

No sé si Sánchez compartirá los diagnósticos de ese tipo. Al tiempo, tampoco está claro que Iglesias siga fiel al populismo que le sirvió para despuntar. A la demagogia, sí. En eso no ha cambiado. Pero su populismo fue siempre oportunista. Tanto como lo son esos gestos de cariño al PSOE, que combina con exigencias y presiones para que los socialistas demuestren que están del lado de los buenos (Podemos) y no del lado de los malos (PP, C’s). Yo a Sánchez no le arriendo la ganancia. Esta luna de miel va a acabar como el rosario de la aurora.

Temas

En España

    0
    comentarios