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Cristina Losada

Matización

Me ha alegrado saber que Probst Salomon no participa de una estupidez política harto extendida entre sectores de la izquierda norteamericana

En mi anterior artículo aquí citaba yo unas palabras de Barbara Probst Salomon, que había recogido del diario El Mundo. Según aquella información (27-10) la escritora norteamericana había dicho en Madrid: "El fascismo, desde luego, es posible en EEUU, si gana Bush". Horas después de publicado mi artículo pude leer en el mismo periódico (30-10) una carta de la aludida en la que manifestaba su deseo de "realizar una matización", que era la siguiente: "No es cierto, como se afirmó en el titular de la información, que yo dijera que ‘el fascismo es posible si gana Bush’. Fui preguntada al respecto y mi respuesta fue precisamente la contraria, que yo no lo calificaría de fascismo".
 
No era sólo en el titular donde se recogía la idea, pero, en cualquier caso, quiero hacerme eco del desmentido. Me ha alegrado saber que Probst Salomon no participa de una estupidez política harto extendida entre sectores de la izquierda norteamericana, y otras, desde que Bush declaró una guerra al terrorismo que había asesinado a miles de personas el 11 de septiembre de 2001. Y me alegra, no sólo por el hecho en sí, que también, sino porque la escritora mantiene una relación especial con España –acompañó a los Príncipes de Asturias durante una reciente visita a Nueva York, si los periódicos no mienten– y por su parentesco con aquel gran escritor austríaco, Joseph Roth, judío, conservador, monárquico, y lúcido e implacable enemigo del Tercer Reich, aquella filial del infierno en la Tierra, en sus propias palabras.
 
Sólo me ha quedado la curiosidad por saber cómo calificaría la escritora el clima político norteamericano tras una victoria de Bush en las elecciones. Mejor dicho, me produce curiosidad qué calificativo pueda merecer EEUU, junto al sustantivo democracia, si ganara Bush. Y si sería diferente el calificativo si ganara Kerry. Cierto que uno es conservador y el otro "liberal" –socialdemócrata o de izquierdas, diríamos aquí–, pero unos y otros se han turnado durante decenios en la Casa Blanca sin que se alteraran los fundamentos del sistema. ¿Acaso ahora es diferente?
 
Una parte de la izquierda así lo sostiene. Puede atribuirse a grupos minoritarios, pero lo cierto es que en las manifestaciones contra la guerra de Irak abundaron las efigies de Bush representado como Hitler, los eslóganes como "Cowboy fascista", las camisetas contra "la guerra fascista por el petróleo", los discursos en los que se afirmaba que Bush está llevando a América "al foso de serpientes del fascismo" y por el camino de la "Alemania nazi", esto de un congresista del partido Demócrata (Major Owens). Las citas de comentaristas, artistas, actores, escritores e intelectuales que han ido por ese derrotero fácil y peligroso de la demagogia política son abundantes y a modo de resumen, remito a este artículo.
 
Incluso Al Gore, no un extremista, sino un dirigente del partido de Kerry, llamó "camisas pardas digitales" a los que en Internet defienden la política anti-terrorista de la Administración Bush, lo que le valió un rapapolvos de la Liga Anti-Difamación, que con buen criterio, señaló que utilizar la imaginería nazi conduce a "trivializar el Holocausto". Pero lo más sorprendente de esta deriva, que más que de política puede calificarse de histérica, es que los mismos que con tanta levedad hablan del "fascismo" de Bush, se resistan a reconocer que es en el fanatismo islamista donde más rasgos fascistas existen. Que en los que quieren imponer teocracias que anulan todas las libertades y derechos radica el nuevo totalitarismo. Ése, que debería ser el enemigo común de todos los defensores de la libertad y la democracia, no lo es. Muchos, demasiados, en la izquierda, miran para el otro lado. Y no sólo en la izquierda. ¿Hasta cuándo? Escribe Roth en una carta a Stefan Zweig: "Está claro que los imbéciles cometen estupideces; las bestias, bestialidades; y los locos, desvaríos: todo ello es suicida. Pero lo que no está claro es cuándo un entorno igualmente enfermo y desconcertado reconoce la estupidez, la bestialidad, el desvarío".

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