Hablamos de Gaza como si estuviera lejos, pero aquí tenemos nuestras pequeñas Gazas. Son lugares como Azcoitia. Y como otros muchos donde los terroristas disfrutan del respaldo de una parte de un pueblo que ha perdido el norte. Sitios donde el asesino de un ciudadano pacífico, de un concejal de UCD, puede jactarse de que hay mujeres que saben que es de ETA y ha matado, y que están como locas por darle un beso. Como locas sí están. Presas de una demencia que ha pervertido todos los valores morales. No era sólo una fanfarronada la que se permitía el criminal. Mil personas le han dado su apoyo, encabezadas por un alcalde peneuvista. Reclaman que el asesino y otros como él puedan "reorganizar su vida", tras haber "reorganizado" él y sus compinches la vida de Pilar Elías asesinando a su marido. No se han arrepentido. ¿Por qué habrían de hacerlo si encuentran comprensión y aplauso?
Frente a esa Gaza norteña, sociedad abducida por los terroristas, donde se vela por los derechos de los asesinos y no por los de las víctimas, se alzaban hasta hace poco los encargados de perseguir a los criminales, de hacer justicia y defender a los amenazados. Hoy podemos decir que de esos baluartes apenas queda uno en pie. Cierto que se sigue deteniendo a terroristas, pero se los suelta por otro lado. Y aún se va a soltar a más, y a los peores. Los currículos de los Parot, Pakito, Troitiño y Kubati provocan repugnancia. Más de 130 asesinatos, entre ellos no pocos niños, acumulan estos sujetos. Pero ninguno cumplirá más de 20 años en prisión, gracias a la "profesionalidad" y la "imparcialidad" de los fiscales del Supremo. Además, ninguno de esos matarifes se ha arrepentido. ¿Para qué, si los van a dejar en libertad?
A cargo de tal hazaña tenemos al caballero Fiscal General, Cándido Conde-Pumpido. El mismo que acaba de echar a Fungairiño alegando entre sus fallos que no estuviera vigilante ante la puesta en libertad de dos islamistas condenados a ocho años, encabeza la operación para soltar a terroristas cuyas condenas suman 11.500 años. Aún estaba fresca la tinta con la que El País tachaba de "rocambolesca" la idea de que la destitución perseguía remover obstáculos para la negociación con ETA, cuando se ha descubierto el juego. Este será, pues, uno de los procedimientos de pago. Funcionaba ya el truco de la redención, con la silente colaboración de la Universidad del País Vasco, que socialistas y PNV han impedido que se investigue. Y ahora llega el ardid de la acumulación de penas. Si las leyes permiten este atentado contra el sentido elemental de la justicia, habrá que cambiar las leyes. De lo contrario, esto es Gaza.
Pero a ZP, que ante el ascenso de Hamas en Gaza proclamaba su respeto por la voluntad popular, no le preocupa la hoguera que encienden las prácticas apaciguadoras que premian la violencia y el terror. En su insensato regreso al año cero de la Transición, se propone también retornar a la amnistía para los terroristas. Será encubierta, inútil y contraproducente. Lo fue entonces, en un contexto que daba alas a cierta esperanza, y ahora lo será más. Es intolerable para las víctimas, y suicida para la democracia.