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Cristina Losada

O devaluación o devaluación

Es, por tanto, una vía, para asegurar la “paz social”, pero el precio ha de quedar claro: mandamos el euro a freír puñetas y nos quedamos solos con nuestra ruina

Las manifestaciones de sindicalistas contra la reforma laboral acabaron, como es costumbre, con la interpretación de La Internacional, pero el himno que mejor refleja la disposición de ánimo que las impulsa es un tema de Queen y gran éxito de Freddy Mercury: I want it all and I want it now! Porque si no lo quisieran todo y, además, ahora, la pancarta que hubiera presidido esas exhibiciones de músculo a las que todavía les faltan muchas sesiones de gimnasio, pregonaría poco más o menos lo siguiente: España fuera del euro y que sea lo que tenga que ser. Por no decir: "y que sea lo que Dios quiera". O, en plan más arrabalero, como gusta en ese ambiente: Hagámosle un corte de mangas al euro y, de paso, otro a la Merkel.

El dilema al que se enfrenta España es justamente ése: o la devaluación interna, esto es, la reducción de salarios, que posibilita la reforma laboral; o salir del euro, recuperar la peseta y la soberanía monetaria, y devaluar la moneda. En ambos casos, acabamos perdiendo poder adquisitivo, pero en el segundo esa dolorosa cirugía se camufla con más arte. Y si no, que le pregunten a Felipe González, que  entre septiembre de 1992 y mayo de 1993,  practicó la friolera de tres devaluaciones. Así,  deshizo lo que había hecho antes, que fue entregarse a  una política de gasto con el propósito de contentar a las centrales. Y aquellas devaluaciones no se las protestaron. Es, por tanto,  una vía,  para asegurar la “paz social”, pero el precio ha de quedar claro: mandamos el euro a freír puñetas y  nos quedamos solos con nuestra ruina.

Aun existe, sí,  una tercera vía: la intervención. Permite permanecer en la moneda común, pero  a cambio de administrar de golpe, sin gotero ni paños calientes,  la misma medicina. Ahí está Grecia como modelo, y la opinión pública griega como espejo: respalda el euro y maldice los recortes. Oiga, no. Estar en el euro y no hacer recortes son posiciones incompatibles. A menos que derroquen a Merkozy y a la cúpula del Banco Central Europeo, cosa que parece demasiado quimérica, incluso para los que lo quieren todo y lo quieren ahora.

Yo no sé bien qué es lo que tanto espanta a los dos grandes sindicatos de la reforma laboral. Porque  el ajuste de salarios es una alternativa al ajuste a través  del despido, que es lo que ha ocurrido masivamente. Pero los sindicatos defienden sus intereses, y ellos sabrán cuáles son, y no hay que confundirlos con los intereses de los trabajadores, que ya es de por sí un concepto confuso. Y tampoco debe de confundirse a la opinión pública. Atrévanse, pues, a reclamar la salida del euro. Con todas sus consecuencias.

En España

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