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Cristina Losada

Otro mundo (peor) es posible

Tengo para mí que los neoyorquinos también vislumbraron que otro mundo era posible. Uno mucho peor, uno donde se mata a los infieles. Y que por ese motivo se unieron para defender su mundo, el que solíamos llamar civilización.

Seis años es tiempo. Pero la historia se repite. El Congreso celebra un homenaje a las víctimas del 11-M y, justo antes, fija el 27 de junio como Día de las Víctimas del Terrorismo. En aquella fecha, en 1960, ETA asesinó a una niña. Bienvenida sea la decisión tardía. Aunque así se le reste trascendencia al mayor atentado de nuestra historia. El que marcaría un antes y después. Por vez primera, de forma significativa, se culpó de un acto terrorista al Gobierno. No sé por qué lo digo en pasado. Ahí está Pilar Manjón, cuyo hijo murió en los trenes, descargando su dolor contra Aznar y Aguirre y unos "señores de la guerra con las manos manchadas de petróleo". ¡Todavía el petróleo! Qué resistencia a la realidad y en qué poco se tiene a los iraquíes, que acaban de ir a las urnas masivamente.

Ya lo predijo Oriana Fallaci. Tras glosar la unidad y la determinación de los norteamericanos frente a los atentados del 2001, escribió que si Europa se viera sometida a una prueba similar, el Gobierno hubiera culpado a la oposición y la oposición al Gobierno. Pero creo que no previó el derrumbe moral de la sociedad. Quizás no conocía bien España. Para mejor conocerla, el CSIC acaba de difundir un estudio sobre los 70.000 mensajes depositados en los altares que se improvisaron en las estaciones de Atocha, El Pozo y Santa Eugenia. La palabra "paz" era la más repetida y, entre los lemas, descollaba "otro mundo es posible". En síntesis, la expresión de la huida.

El informe destaca diferencias. Mientras en Nueva York abundaron los mensajes patrióticos y de unidad "basada en el miedo al terrorismo", en Madrid primaron los "positivos, pidiendo paz y la construcción de un mundo mejor". Tengo para mí que los neoyorquinos también vislumbraron que otro mundo era posible. Uno mucho peor. Uno donde se mata a los infieles, rige la sharia, se lapida a las mujeres y se cuelga a los homosexuales. Y que, por ese motivo, se unieron para defender su mundo, el que solíamos llamar civilización. Una actitud que, según el criterio del CSIC, sería negativa y mero fruto del temor. Pues si matan a cientos o miles de compatriotas, lo valeroso y constructivo es izar la bandera blanca, soltar unas palomas y dejarse de provocar a los agresores. Ah, y correr las cortinas. Así nos ha ido. 

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