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Cristina Losada

Presuntos provocadores

Lo cual quiere decir que Rubianes, en su aparición en la televisión pública catalana, no hizo más que definir, para comprensión de los adolescentes, el sustrato político e ideológico de la alianza entre ZP y los nacionalistas.

Dos hitos marcan, de momento, el lenguaje de la era ZP desde sus primeros vagidos, allá por la guerra contra Sadam Husein, hasta sus actuales balbuceos, con el Estatuto para los nacionalistas catalanes. La criatura nació entre los gritos de “asesinos” y “muérete Fraga”, y el mantra de Sardá: “Bush es un hijo de puta”. Así que, en cuanto el infante se ha echado a andar, la expresión más clara de sus primeros sentimientos ha venido de esta guisa: Puta España. Entre la cursilería y la obscenidad anda el juego expresivo de la casta dominante, y todo lo que se difumina con tonos pastel de Día de los Enamorados, aparece nítido, en blanco y negro, en el idioma de curso corriente.

Lo cual quiere decir que Rubianes, en su aparición en la televisión pública catalana, no hizo más que definir, para comprensión de los adolescentes, el sustrato político e ideológico de la alianza entre ZP y los nacionalistas. De modo que cuando ZP le soltaba a Gabilondo el camelo de que “es el momento de más unidad de nuestra historia porque lo que une es la democracia”, la traducción al román paladino la teníamos en la síntesis de Rubianes. Y si uno albergaba dudas sobre qué podía ser “algún caso aislado de algún problema absolutamente circunstancial” con el español y el catalán en Cataluña, las despejaba acudiendo a la prosa del intérprete. Una gran ayuda, Rubianes, para entender las claves del momento. Ha logrado esculpir en lenguaje contemporáneo y accesible, viejos y hasta rancios sentimientos.

Pero ahora la locutora Julia Otero nos viene con la matraca de que se le interpretó mal, y que donde dijo digo, dijo Dieguito. Más aún, le ha insertado en la estirpe de los provocadores y de los políticamente incorrectos. Y eso sí que no cuela. Pues Rubianes no despertó la hostilidad del público presente, que es el que hay que trabajarse, sino su aplauso. Un auténtico provocateur larga siempre aquello que está prohibido largar donde se encuentra. Vamos, que no hubiera dicho que se la sudaba España, sino el famoso Estatuto. Pero para eso hay que tener lo que Rubianes les quería hacer explotar a los españoles. No, no estuvo a la altura de un teatrero de los setenta. Y no lo estuvo porque era sincero. Lo que dijo es lo que piensa. Como los que le aplaudieron.

El panorama, Otero, es el siguiente: salvo por Boadella y alguno más, no hay en la farándula española ni un provocador ni un kamikaze políticamente incorrecto. Que la forma no confunda sobre la naturaleza del fondo. Cuanto más incorrecto es el lenguaje que utilizan, más correcto es su, llamémosle, pensamiento. Los que no callan, no pueden nadar más a favor de corriente ni jugársela menos. Y mira que no hay ocasiones para jugársela. Fijaos lo que sería, Rubianes y Otero, presentarse con un cartelazo de “ETA no” en el cónclave de los proetarras en Baracaldo. Allí, el actor, que dice que la COPE es una secta, podía haber visto en vivo y en directo los rituales de una auténtica. ¿Y pasearse con una bandera española frente a una sede de Esquerra? Las posibilidades son infinitas y están al alcance de cualquiera.

Pero no se le pidan peras al olmo. La politización de la farándula española se deshizo como un Fata Morgana en cuanto se puso el sol en el horizonte del 14-M. Ahora nada rompe la monotonía de las galas y el rebaño bala feliz mientras pasta lo que puede. Que cada Rubianes diga lo que quiera, pero por malhabladas que sean, no son éstas ovejas negras, sino blancas, dóciles, peludas, suaves. Y bajo la piel de oveja, lobos. Escuadrones de lenguaje agresivo y amenazador para que el adversario se amedrente y achante. Hay que tomárselos en serio.

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